Un congreso sin corruptos

Nelson Germán Sánchez

Mientras posan de dignos, de nobles voceros de los colombianos, de impulsores de la democracia, de trabajar por los intereses de una mejor nación, se prestan para saquear sin compasión el erario público aprovechando sus credenciales de congresistas. Por eso, parafraseando a “Alvarito el innombrable”: Ojo con el 2022. Pueden llegar peores fariseos y más ladrones que muchos de los que han estado y pueden estar allí.
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Solo recordemos a Bernardo “Ñoño” Elías  quien se embolsilló por lo menos 14 mil millones de pesos por el escándalo de Odebrecht; a su paisano Musa Besalie, también con Odebrecht y por el saqueo al departamento de Córdoba con el ex gobernador Alejandro Lyons.

A Otto Bula y sus más de seis millones de dólares de coimas por el entramado de Odebrecht para otorgar obras públicas y licitaciones en el Estado colombiano –con su socio el Grupo Aval de Luis Carlos Sarmiento- que se dio en los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos y que, además, entró plena a las campañas presidenciales de Santos y de Oscar Iván Zuluaga como ya  sabemos todos hoy.

Pero el listado por el caso de la multinacional brasileña tiene además implicados en su listado a congresistas como Armando Benedetti, Antonio Guerra, Álvaro Ashton, Plinio Olano, Ciro Rodríguez. Ape Cuello, Sandra Villadiego, Martín Morales,  Arleth Casado y Eduardo Tous de la Ossa.  

Que decir de los también congresistas Aída Merlano, Fabián Castillo, María Margarita Restrepo y Arturo Char Chaljub que están en ese club de casos de corrupción por delitos electorales; mientras Luis Eduardo Díaz-Granados y Cristobal Rodríguez están bien relacionados con la red que robó millonarios recursos del sistema de la salud, acompañados de Yamina del Carmen Pestaña Rojas.  

Y por exigencias financieras a sus colaboradores de la UTL, está Tatiana Flórez. Luis Alfredo Ramos y Hernán Andrade, también tienen lo suyo en investigaciones por corrupción. 

Uno de los más recientes escándalos de congresistas y corrupción es del Clan Aguilar, el ex congresista Richard ya capturado y la renuncia precipitada de su socio político el representante a la cámara Edwin Ballesteros, debido a la corrupción putrefacta denunciada en la contratación de la Gobernación de Santander.   

O que tal la famosa y recordada de los hermanos Moreno Rojas, ambos ex congresistas, y de partidos de izquierda; Iván y Samuel, el segundo destituido como Alcalde de Bogotá por el “Carrusel de la Contratación” por recibir junto a su hermano, también encarcelado, 15 mil millones de pesos en sobornos. 

Esta pequeña muestra nos indica que la campaña más importante que debemos emprender es saber a quién se llevará al Congreso de Colombia en el 2022, educar de todas formas y maneras posibles a los electores para que no se tomen a la ligera esta decisión y le den la importancia debida, no solo para evitar que se siga erosionando la credibilidad de una institución importante para la democracia como esa, si no para que allí lleguen personas medianamente conscientes, ética y moralmente responsables que ayuden a evitar que la corrupción haga una mayor metástasis en toda la estructura del Estado y en la ciudadanía misma.

Votar bien sin importar si son de derecha, izquierda, azules, rojos,  verdes o zapotes; porque ante tantos, tan comunes y sonados cosas diarios de congresistas corruptos, se está asumiendo como algo natural y cotidiano que es lo peor que puede pasar. Si no se cierra esa vena rota o se detiene esa hemorragia de corrupción fomentada desde el Congreso, el daño será directamente proporcional al aumento de la pobreza, la miseria, la inequidad, el desempleo, la violencia e inseguridad, que todos de una u otra forma “pagaremos”.

La corrupción se está quedando con el 17 por ciento del Presupuesto Nacional, según la Contraloría General, es decir, con algo así como 50 billones de pesos al año, si se calcula con base en los 303 billones en que fue aforado el mismo, el pasado año 2020.

 

Nelson Germán Sánchez Pérez

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