Cuando comer se convierte en problema

Nelson Germán Sánchez

Lógico esta semana sería escribir a propósito de los 471 años que cumple nuestra amada Ibagué y hacer una radiografía de su estado actual, de lo que soñamos que fuera y las tareas por acometer.
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Pero realmente no vale la pena perder tiempo y tinta por esta calamitosa, pusilánime y nefasta administración que cada día la lleva más al despeñadero. Hemos llegado tan bajo en el sentido de lo que es administrar lo público y los liderazgos, que se trata de presentar como un gran logro el haber subido dos puestos en el índice de competitividad de ciudades colombianas, cuando ni siquiera alcanzan para ubicarnos entre los primeros o al menos en la mitad, así de mal estamos. O publicar con bombos y platillos, el llevar tardíamente unos cuantos mercados a los damnificados por la creciente del río Combeima para poder tomar unas fotos al burgomaestre y disimular que sí trabaja por Ibagué. Sin duda se ha caído bajo.

Por eso, es mejor referirnos a temas sí importantes y relevantes y sobre los que debemos estar atentos con los sentidos bien alertas padres de familia y adultos responsables, a propósito de un enemigo férreo, cruel y mortal para nuestras niños, niños, jóvenes y adolescentes. Hablo de los desórdenes alimenticios o Trastornos del Comportamiento Alimentario –TAC-, que se dispararon en este año y medio de confinamiento y pandemia.

El estrés y cambios de hábitos sociales producto del encierro, así como la convivencia permanente en casa como único lugar de interacción, hizo que este tipo de enfermedades crecieran entre ellos.

Bulimia, anorexia (la más graves y de más alta tasa de muerte en adolescentes de las TAC), los atrancones alimenticios (comer grandes porciones rápidamente, sensación de no poder parar de comer), trastorno evitativo (restricción de la ingesta por la textura o color de tal alimento o solo como estos o lo que prepara aquella…) entre otros, debemos tomarlos en serio. Así como la alerta por la obesidad que se elevó en esta población.

Es por ello que Red de Padres y Madres -Red PaPaz- y el programa Equilibrio, entre otros, vienen generando espacios para que se reconozca cuando debe haber motivo de alarma en la forma de comer de nuestros muchachos y en sus hábitos de ejercicio; que se pueda identificar un trastorno alimenticio para buscar ayuda profesional, informarse y establecer cómo actuar ante el mismo.

Lo primero y más importante es siempre tener claro que comer sano es comer de todo, en su justa proporción verduras, frutas, harinas, proteínas, grasas, lácteos y dulces –sí, dulces-. Hacerlo cinco veces al día y comer en familia o acompañado para crear un buen hábito. Igualmente, realizar actividad física que no es necesariamente hacer ejercicio; hablar con los hijos de los cambios que sufre el cuerpo a medida que se crece, que son normales, bienvenidos y no son motivo de vergüenza.

Mantener claro junto a ellos cual es el peso adecuado, cuando la comida se vuelve un problema, cuando se le asocia con estar solo o aburrido, cuando se vuelve una obsesión o cuando la incomodidad con el cuerpo o con ciertos tipos de comida llevan a dietas no medicadas. Y ojo, casi todo problema alimenticio comienza por ahí. Igualmente, entender que la comida no es un premio ni un castigo.

Por tanto, los primeros que debemos cerrar la boca, pero no para dejar de comer si no pare evitar comentarios o quejas sobre el cuerpo (propio o ajeno) somos los adultos: eludir el conteo excesivo de calorías, mantener siempre el respeto por el cuerpo y evitar chistes o apodos en relación al mismo; no caer en un culto extremo para marcarlo o sentirse bello. Recordar y recordarles que el cuerpo depende de muchos factores que van desde los genéticos, hábitos de alimentación y de actividad física.

Tenga en cuenta que algunos de los síntomas de alerta básicos de las TAC son: si comen solos, si solo come esto o aquello porque se corta o presenta de esta manera o en tal tipo de plato; tomar muchísimos líquidos, comer hielo en exceso, mascar demasiado chicle; vegetarianismo o veganismo repentino; vomitar o laxarse varias veces por mes, si la comida desaparece de la nevera sin razón o si se encuentran paquetes escondidos en alguna parte.

Recuerden que los trastornos de la alimentación son un conjunto de signos y síntomas que incluyen pensamientos y acciones irracionales.

Como yo no soy experto, sino un padre aprendiz, los invito a descargar completamente gratis el libro: “Cuando Tu forma de comer se convierte en un problema” de la página www.equilibrio.ong . Recuerden: con la comida no se juega.

 

NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ

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