Miserables y mezquinos

Nicolás Camargo

“Los pobres están acostumbrados a aguantar hambre, por un mes no se van a morir”. Esa fue la cínica frase que escribió un concejal de Montería del Centro Democrático en un chat de WhatsApp, en el que discutían con cuánto dinero se iban a quedar del contrato de los mercados de ayuda humanitaria.
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Esta pandemia nos tiene que dejar por lección a los colombianos que no se puede cambiar el voto por un billete, comida, favor u objeto. Está claro que para el uribismo “los pobres”- y la clase media de este país- son simplemente mercancía electoral.

Esta crisis generada por el Covid-19 dejó en evidencia lo peor del ser humano. Lo miserables que pueden llegar a ser algunos políticos y dirigentes, al poner por encima del bienestar de la gente, sus intereses económicos.

“Recuperar la plata de la campaña”, diría el concejal de Montería. Por eso, cuando le ofrezcan dinero a cambio del voto, recíbala. Usted ya pagó por eso, hace mucho tiempo. Entiéndalo como un retorno de sus impuestos, pero no vote por el miserable que le está comprando su conciencia.

Aunque para hablar sobre lo escandaloso que han resultados los contratos de las ayudas humanitarias, no hay que ir tan lejos. En Ibagué, cuando la líder social Susan Porras publicó su inconformidad por el “regalo” que la Alcaldía de Ibagué y la Gobernación del Tolima, les hicieron a las familias Sierra y Alvarado, le cayeron encima esos poderosos criollos. Usaron sus influencias para que esa ‘niña’ no hiciera tanto ‘ruido’ con eso, pues eran los ‘únicos’ empresarios con capacidad de reacción, ante tan cuantiosa cifra de dinero entregada. ¿En realidad nos creen tan ingenuos? Pretenden que callando a una persona este descalabro a los recursos públicos no iba a hacerse menos evidente. Se caía de su propio peso la contratación a dedo que hicieron. No se crean los dueños del pueblo. ¿Cuánta mezquindad? Acaso no podían repartir el ‘botín’, si así le quieren llamar al erario, entre otros negocios más pequeños. Seguramente, los sobrecostos hubieran sido menores.

Entonces, no puede ser menor la acción de control social de los ciudadanos, ante la ausencia de los órganos de control. Los jóvenes que ahora conquistamos espacios de opinión estamos preparados para dar debates técnicos y políticos. No vamos a dejar que sigan haciendo fiesta con los impuestos de todos.

Esta generación millennial, para infortunio de los políticos, sabe entrar al Secop; sabe utilizar las bases de datos del Estado; sabe que los derechos de petición son un instrumento de solicitud de información para el control necesario y fundamental en una sociedad tan corrupta.

Realmente lo que molesta a esta élite criolla, es que los jóvenes seamos contestatarios, les cuestionemos su falta de ética ante lo público. Así nos expongan públicamente, seguiremos tomando acción y repudiando lo miserables y mezquinos que son con los más necesitados, sobre todo en tiempos que demandan solidaridad y honestidad. Si ustedes decidieron asaltar el tesoro público, nosotros decidimos alzarnos en ideas y acciones para rebelarnos ante tanto crimen.

JUAN NICOLÁS CAMARGO

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