Acepto que me acepto

Nicolás Camargo

Vender humo es fácil. El lenguaje llega a ser tan efímero, a veces, que en realidad no hace falta ser para parecer. Las redes sociales y todo el mundo artificial que se ha construido alrededor, realmente, facilitan la tarea de crear la imagen que uno quiere que los demás vean. Esto, en la más radical postura de lo que, pienso, son las redes sociales. Sin embargo, no todo tiene que ser necesariamente así.
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Supongamos, existe un atisbo de autenticidad en los perfiles que a diario visitamos o los post (publicaciones) a los que les damos “me gusta” ¿Somos en realidad eso? Pienso, que una basta mayoría -me incluyo- proyectamos en redes la parte, tal vez, menos auténtica de nosotros mismos ¿Cuántos nos arriesgamos a subir una foto justo en el momento en que despertamos? Siempre tiene que haber ‘pose’ para las redes. Sonrisa, carcajada o mueca. Eso, para quienes en exceso se toman selfies. También, hay quienes entonces proyectan su ego más intelectual, alternativo, fit, mindfulness, bohemio, etc.

En mi más profunda y sensata convicción, pienso que todo eso es una mentira que esconde las partes oscuras de nuestro ser. El humo que se vende es la luz que cada uno pretende ser y mostrar. Las redes sociales, en efecto, han creado sujetos multipolares, donde somos felices, saludables, creativos, amorosos, empáticos, viajeros, bendecidos y una larga lista de adjetivos (al menos en las fotos, los comentarios son tema de otra columna, porque ahí es donde realmente las sombras comienzan a revelarse). Entonces, me cuestiono, ¿quiero seguir siendo el de las redes? No, es claro.

De antemano, imagino que quién lee dirá: “pues entonces elimine sus redes sociales”. Esa discusión se la dejo a cada quién. En lo que a mi ser respecta, creo que un buen ejercicio es tomar un respiro, hacer una retrospectiva de mis redes y volverme a preguntar: ¿Qué tanto de eso soy? ¿Qué tanto de mí hay allí? Seguramente, puede que encuentre alguna parte de ese auténtico yo por ahí, sin duda. Ahora, lo que realmente es un reto es cuánto de eso que no soy, acepto. Bueno, tendría que depurar qué tanto de lo que anda por ahí publicado realmente “no me representa”. Aceptar-se en la complejidad que se es, no es una cuestión de venderse humo a uno mismo, pues en realidad es tonto engañarse, por eso, como dijo Swami Shivananda (maestro de Yoga) “aceptar que me acepto”, ahí está el verdadero reto.

Estos meses de pandemia me han permitido ir sobre estas reflexiones un poco trascendentales, al menos para mí, y sobre las cuáles seguiré, en adelante, escribiendo. Creo que, si algo bueno hay que hacer por la humanidad, en estos tiempos de turbulencia, es precisamente brindar un poco de esperanza y calma. Sin querer obviar, claro, la violenta realidad que azota al país. El odio lo pueden seguir esparciendo quienes se lucran de la guerra, lo que nos corresponde a quienes creemos en la paz es precisamente ayudar a construirla.

NICOLÁS CAMARGO

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