Superar el trauma

Nicolás Camargo

El trauma de la violencia debe ser superado. Es insostenible la vida en una sociedad donde prima la agresividad, la desconfianza, el rencor y el control sobre el otro. Colombia es una sociedad de gente traumatizada. El efecto de años de conflicto en la psique colectiva nos ha lesionado en el perdón, la empatía, la seguridad, así como en el sentido en que las relaciones humanas se deben establecer desde la libertad y el reconocimiento de la otredad.
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Sin querer caer en el lugar común, estoy convencido que tenemos que perdonarnos como sociedad y desnaturalizar la violencia a la que nos acostumbraron por décadas. Confiar en el otro, en la humanidad del otro. Mucha desconfianza se ha sembrado en nosotros y así una sociedad, difícilmente, puede construirse y hacerse en la paz.

No está demás recordar que hoy vivimos un momento histórico. Podemos hacer un salto cuántico hacia la reconciliación, pero debemos escuchar desarmadas y desarmados de pensamiento y corazón. Es que el dolor vivido es colectivo, pero nos hicieron creer que era individual, que cada uno debía resolverlo por sí solo.

Todos estos son síntomas de una sociedad que ha sufrido por generaciones un trauma debido a la violencia, y que ha hecho muy poco por sanarse. Es cierto que, en esencia, debemos sanar primigeniamente la relación con nuestro Ser. Pues, si uno no se perdona cómo puede hacerlo con el otro. Entonces ¿qué debo perdonar en mí? ¿cuánto de ese perdón estoy dispuesto a concederme y luego concederle al otro?

Los procesos colectivos de reconciliación toman también generaciones en concretarse, pero si seguimos postergándolo serán muchas más de las necesarias. No es tan difícil confiar y creerse el cuento de que el futuro será mejor, pero debemos dar ese salto al vacío, ya el piso aparecerá. Luego podremos seguir andando con la dignidad que trae ceder un poco para que el otro pueda existir en su verdad. Es más, no se trata de ceder, sino de ser capaces de habitar en el mismo espacio y tiempo con aquel que es diferente a uno, sin imponerle nuestra moralidad, nuestro sistema de creencias.

Es difícil siempre poner en práctica todo lo dicho, sin embargo, intentarlo es al menos un avance. Por eso, yo no me opongo, ni lo haré, a que quienes alguna vez fueron violentos hagan política porque prefiero verlos sin fusil y en la ciudad. Es mejor verlos en los Tribunales de Paz aportando a la verdad histórica, para que como sociedad podamos avanzar en confianza; y no tener que afrontar otro trauma (colectivo) ante el fracaso de no haber liberado ese dolor de nuestro ADN. Así nos parezca mucho ahora, creo que vale la pena abrirse a lo desconocido, no perdemos mucho con perdonar y confiar, pero sí podemos perder todo por no hacerlo.

NICOLÁS CAMARGO

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