Por un buen sancocho

Darío Ortiz

Con una pregunta que parece que tiene una única respuesta posible que es NO, Ibagué se prepara para la histórica consulta popular sobre el futuro de la minería contaminante en su territorio. Se necesitaron 22 años desde que en 1994 la ley 134 determinara que son de carácter vinculante y obligatorio las decisiones de este tipo de referendos populares para que una ciudad capital se atreviera a hacer una consulta ambiental de éstas implicaciones. Sobre todo si se tiene en cuenta que más del 50% del territorio de Ibagué tiene títulos mineros adjudicados o en trámite, siendo varios de ellos en los puntos de abastecimiento de agua. Algo que no cabe en lógica ambiental alguna y que sólo es explicable en la ilógica codicia humana.

¿Qué sentido tiene hacer explotaciones mineras que hacen venenosa el agua en las inmediaciones del río Combeima, que abastece de agua al municipio? Es algo que no nos pueden explicar fácilmente quienes han otorgado esos títulos mineros ni las multinacionales que los han conseguido. Necesitamos algo más que tablero, tizas, ecuaciones, formulas químicas, pan y café para entenderlo. Y si la oferta es que pasamos sed a cambio de regalías, pues hay que ver en qué se invierten las regalías en el Tolima y cuanto suman para terminarse de convencer que es un negocio chimbo.

Ibagué y el Tolima necesitan grandes obras de infraestructura, de eso no hay duda, pero la construcción de empresas sólidas, la generación de empleos permanentes y calificados, la mejora de la competitividad y la necesaria generación de riqueza en el sentido clásico del término que es de lo que va a depender el futuro de la región, no se ha visto mejorada con la inversión de las regalías que en buena parte se han ido en carreteras. Aún, teniendo en cuenta que de acuerdo con el Censo Minero no se paga en Colombia el 78% de las regalías de oro, de todas maneras el porcentaje de regalías de las concesiones mineras del 4% es muy bajo frente al daño ambiental y a la evidente pérdida de recursos no renovables. A la larga no es más que un expolio irreparable.

Pero aquí no se va a votar sobre el aumento escalonado de las regalías del oro para que La Colosa pagara el 12%, como propusiera hace unos años el senador Juan Mario Laserna (q.e.p.d.), sino se va a votar por el agua que riega nuestros cultivos y que toman medio millón de compatriotas, más cuanta vaca, gallina y animal exista en la región. Futuro sin sopas con cianuro y sin las pingues regalías.

Los dueños de títulos mineros que además del lobby, la mermelada y las ganas de hacer su negocio aportan al debate, con ayuda de parte del Estado, diversas tesis sobre la posibilidad de una minería ecológica y responsable, se ven contrarrestados con montañas de documentos y pruebas que aporta la academia, diversas ONG, líderes espontáneos, ecologistas e incluso informes de la procuraduría agraria, o de otras instituciones del Gobierno que controvierten la posibilidad de que haya extracción de metales pesados a gran escala sin enormes costos ambientales.

Ante la iniciativa del Alcalde de llevar a las urnas la decisión final, hay quienes alertan sobre los peligros del exceso de democracia participativa, algo de lo que escuchamos mucho tras el Brexit inglés que decidió la salida de la Gran Bretaña de la comunidad económica europea. Situación, que puede poner en tela de juicio no solo los ingresos de la nación como en el caso de la minería, sino incluso los ingentes esfuerzos del Gobierno por sacar adelante los acuerdos de paz. Si en ambos casos el pueblo es capaz de tomar la decisión correcta frente a su propio futuro, es algo que está por verse.

Pero mientras en Ibagué el movimiento contra la minería parece que se abre paso, en Cajamarca, verdadera fuente del problema, no está claro el futuro de la iniciativa para lograr una consulta que pare la minería contaminante y no solo por la apatía de algunos concejales, sino por el trabajo social de Anglogold, que afirma que la discusión más que un problema ambiental es un tema entre la izquierda desinformada contra el resto del mundo que lo quiere. Parece que nadie puede hacer entender a toda esa gente que no necesitamos ser de izquierda, ni estamos desinformados frente a los millones de litros de agua que contaminarían o a la peligrosa represa de residuos tóxicos que necesitan, para querer tomarnos un buen sancocho sin cianuro en un Tolima en paz.

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