Fidel Castro

Darío Ortiz

Fidel Casto ha muerto. Lo ha hecho de muerte natural pese a los 638 atentados en su contra que incluyeron además de los habituales sicarios de fusil y revolver, jugos con cianuro, cigarros envenenados, zapatos bomba, examantes vengativas y hasta drogas como el LSD. Con él muere una parte importante de aquello que representó el siglo XX.

De Fidel se han escrito ríos de tinta y se seguirán escribiendo, no sólo por haber comandado una victoriosa revolución armada o por haberse enfrentado a los Estados Unidos defendiendo sus tesis socialistas y de independencia económica, sino también por haber permanecido al frente de Cuba por casi medio siglo convirtiendo su gobierno en uno de los más largos de la historia mundial. El poder lo ejerció inicialmente como primer ministro del 59 al 76 bajo la presidencia de Osvaldo Doticós y luego como presidente electo del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros hasta el 2006, cuando ganaba oficialmente 900 pesos cubanos que equivalían a 30 dólares mensuales, algo impensable para un político.

Entre las muchas críticas hechas a su extenso gobierno figuran las de ser un dictador que aplicó la pena de muerte, tuvo una fuerte represión política que llevó a miles de cubanos a la cárcel o al exilio y que dirigió un régimen antidemocrático.

La pena de muerte que se aplica allí desde 1909 cobró tres mil 817 vidas durante su gobierno, cifra execrable, pero similar a la pena de muerte en Estados Unidos en el mismo periodo y tristemente menor a las ejecuciones extrajudiciales en Colombia producidas por la fuerza pública de 2002 a 2010.

El exilio cubano superó el millón de personas en todo el mundo y con sus hijos suman dos millones 800 mil. Un número enorme que aún así palidece frente a los seis millones de nuestros desplazados.

Pero donde el caldo se pone espeso es la democracia. En Cuba hay democracia participativa, lo que no hay son partidos políticos, porque el único permitido no participa de las elecciones, ni hay libertad de proponer cambiar el sistema socialista. Hacen unas elecciones sin partidos como las que eligen fiscales y jueces en Estados Unidos. En la isla pueden votar de manera libre y secreta todos los ciudadanos mayores de 16 años, las elecciones generales para la Asamblea Nacional quien ejerce el poder político se cumplen cada cinco años y las parciales para elegir las asambleas municipales cada dos años y medio. A las primeras elecciones después de la revolución, en 1976, se presentaron 30 mil candidatos, cualquiera puede serlo, y en las 14 elecciones que se han hecho desde entonces la abstención no supera el 5%. Algo difícil de asimilar, cuando la abstención en países con sufragio obligatorio como Bélgica es del 9% o Brasil 17% y en los no obligatorio como Alemania es del 29%, Estados Unidos 45% y Colombia 60%. Para ser elegido en Cuba se necesita la mayoría absoluta para cualquier cargo, mientras que en Estados Unidos, por ejemplo, el nuevo presidente Trump obtuvo dos millones de votos menos que Hillary.

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