Una sociedad enferma

Darío Ortiz

Como la gran mayoría de colombianos estoy aterrado con el espantoso crimen de Yuliana. Padre de dos hijas es imposible que estos temas no me conmuevan profundamente y me llenen de temores e indignación. Sin embargo, veo que todo lo que ha rodeado esa tragedia nos muestra tristemente la crisis que tenemos como sociedad.

En Colombia se producen más de cuatro feminicidios diarios y 18 mil casos de pederastia al año, cada uno en situaciones más escabrosas que el otro. Sin embargo, al contrario de la niña Yuliana, los nombres de las víctimas o los hechos que las rodean la mayoría de las veces, además de permanecer en la impunidad, ni siquiera son mencionados por los medios de comunicación que más bien parecen a veces justificar que sucedan algunos como es el caso del diario El País, de Cali, que el mismo domingo de la muerte de la niña publica un extenso artículo sobre las tres modelos colombianas que han sido asesinadas en México. Que ellas se lo buscaron nos sugiere el texto de principio a fin, calificando de prostitutas sin más contemplación a las tres víctimas al trastocar el significado de la palabra edecán que en México es sinónimo de modelo de protocolo e impulsadora. El caso de Yuliana, demencial e injustificable, es uno más en la larga lista de esos crímenes contra las mujeres y los niños pero sirve de punta del Iceberg para revelar el nivel de podredumbre que tiene por todas partes nuestra sociedad y lo cansados que estamos de verlos suceder uno tras otro.

Apenas nos enterábamos de los macabros sucesos y ya las redes promovían un linchamiento del culpable, su familia, la clínica que lo atendió y hasta a los abogados que se atrevieran a defenderlos. Los Uribe Noguera han sido acusados de asesinos, cómplices, encubridores y obstructores de la justicia mientras que día a día se han hecho públicos más detalles del escabroso acontecimiento al que se suma la muerte o asesinato del celador del edificio, testigo o posible cómplice. Los derechos de los niños, los de las mujeres, el debido proceso, la presunción de inocencia y el derecho a la defensa de cada individuo, todos esos temas sensibles puestos en la cuerda floja en un solo caso mientras se pide insistentemente que se instaure al menos la cadena perpetua para violadores.

Pero el tema se pone más demencial si se puede cuando en las redes comienzan a circular memes y mensajes contra Timochenko, María Fernanda Cabal y Uribe Vélez. Contra Timochenko porque lo acusan de violador y feminicida junto a todos los miembros de las Farc, contra Cabal por ser amiga del sindicado y contra el expresidente Uribe por supuestamente intentar desviar el caso hacia las Farc y por ser amigo del presunto asesino, quien dicen que es primo de Jorge Noguera, exdirector del DAS.

¿Qué sociedad tenemos entonces cuando un hombre, sólo o con cómplice, viola y mata a una niña de siete años, sus hermanos lo encubren, los investigadores hacen público el material probatorio incluyendo partes de historias clínicas, la opinión pública pide que nieguen el derecho a una defensa y se apliquen penas extremas; mientras que cerebros torcidos quieren aprovechar el caso para desprestigiar más a sus enemigos políticos?

Está claro que el asesino no es el único enfermo si somos una sociedad donde la vida no vale nada, que tiene una de las tasas de feminicidios más altas del mundo en la que ser mujer es un riesgo de abuso permanente; mientras sus castos e indignados ciudadanos, en tanto piden cadena perpetua para violadores y que los asesinos no tengan abogado, marchan unidos contra cualquier cartilla de educación sexual.

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