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Estamos en su mayoría en una sociedad sin criterio y cuando no hay criterio propio, no hay amor propio, se perdió la capacidad de comunicación crítica, en la que tanto insisto y entonces allí aparece la indiferencia, esa que muy bien definió a principios del siglo pasado Antonio Gramsci: “La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas y arruina los planes mejor concebidos” y es que, esa indiferencia se ha establecido encarnadamente en nuestra sociedad, en todos los niveles y estratos sociales.
Muchos quienes orientan políticas públicas, son indiferentes ante lo que es importante, urgente y estructural o simplemente no tienen la formación menos la capacidad, es cuando entra a jugar en quienes tienen obligaciones con la sociedad el absentismo, una práctica muy común entre quienes no tienen claro en qué se metieron, por su puesto menos el conocimiento y la experiencia; ahí tiene cabida el populismo, el de izquierda y derecha, que busca polarizar y hacer a unos malos y a otros buenos, se dividen los temas, se ideologizan y ante la indiferencia de los habitantes, sobre la formación ciudadana avanzan hasta lograr el odio, el apasionamiento, que desde el desconocimiento se vuelve anarquía, y la anarquía produce caos, que es aprovechado por aquellos que con estrategias buscan el exterminio o el desprestigio de las instituciones, para acceder al poder (privado o público) de cualquier manera.
La indiferencia se volvió el antivalor más grave, el absentismo una aberrante práctica común; esta crisis pandémica los ha acentuado, insensibilidad e irresponsabilidad un cóctel peligroso que define nuestra sociedad, la que no se pone en los zapatos del otro, la que se queda cómoda, insolidaria, complaciente, negligente o anárquica. La familia es factor determinante en el proceso de formación en valores, espiritualidad, criterio y amor propio, seguiremos obstinados en formar líderes, necesitamos más ciudadanos con vocación, con ganas de servir a los demás, solidarios, humildes, gente autentica y real, que disfrute lo que hace, más allá del individualismo o la ambición personal.
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