Ya se enfrió la empanada

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

Hace varios días ya, todos conocimos el caso de la multa amparada en el Código de Policía, a un ciudadano que hizo lo que la mayoría de nosotros hemos hecho en algún momento, comprar una empanada en la calle.

Pues bien, perdónenme que regrese sobre el mismo tema, pero ahora que se enfrió la empanada es necesario señalar varios elementos que retratan en este caso la realidad del país:

Más allá de lo emblemático que resulta la empanada para la gastronomía colombiana, un producto absolutamente delicioso, autóctono y tradicional, el verdadero problema radica en quiénes son nuestros hacedores de políticas públicas y de normas jurídicas que gobiernan nuestro comportamiento como sujetos de derecho.

Cuando revisamos la norma que sanciona al que compra o vende un producto en la calle, lo que verdaderamente está haciendo el creador de la norma es trasladar la responsabilidad, o bien de un fallido modelo económico y social, o bien de una errada política de reactivación económica y generación de empleo a quien lo padece: ¡El vendedor informal!

Pero realmente, en justicia o en equidad, en bienestar o mercado, como lo prefieran mirar, la sanción debería estar dirigida es a quién o quiénes colocan en la situación de “ilegalidad” a los sujetos que a la postre terminarán siendo sancionados.

Dicho de otra manera, ¿aquel que me arroja a la informalidad posteriormente “exige” a través de una norma jurídica que me sancionen? No señores el trasfondo del asunto es otro, primero porque la sanción está mal dirigida, la sanción debe ser para quienes erradamente han interpretado las necesidades económicas y sociales de la población, y segundo, que es consecuencia de lo anterior, tenemos un legislador desconectado de la realidad del país, que muy poco representa el clamor “popular”.

¿A qué responden normas como estas? Tal vez no sea más que populismo, que como lo señala el premio Nobel de economía Jean Tirolé en su libro “Economics for the common good” es ese “anhelo exagerado de sacar réditos al desconocimiento y prejuicios del votante”, de nosotros como receptores de los lineamientos de quienes elegimos para que los definan.

Pero tal vez mañana, producto de esa desconexión del legislador con los ciudadanos o de este populismo legislativo al que hacemos referencia, veamos algo similar o peor, resultado de la falsa creencia que al escribir una norma automáticamente vamos a cambiar la realidad de un país, un fetichismo legal que acrecienta la desigualdad y reduce la posibilidad de bienestar común.

Y si, ya se enfrió la empanada, pero la quemadura no ha sanado porque la norma aún está vigente.

 

Personero de Ibagué

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