Ecos de las elecciones

Los eventos ocurridos alrededor de las recientes elecciones demuestran de manera contundente que hasta en eso nuestro marketing tiene una particular forma de manifestarse.

Es claro que a diferencia de otros países donde el candidato, el partido que lo respalda y el programa que propone conforman el producto electoral, en Colombia emergen factores muy distintos que hacen de nuestro debate electoral algo de lo cual avergonzarnos. Son tantos y variados los intereses que representan quienes rodean una candidatura para cualquier corporación pública que, como todos sabemos, cada día surgen nuevas y exóticas expresiones de corrupción. Por ello, en nuestro país poco importa quién es el candidato y sus respectivas ejecutorias en el pasado; menos aún quién lo respalda y por supuesto tampoco cuál es el contenido verificable de lo que propone.

En muchos casos basta con disponer de gigantescos flujos de dinero con los cuales sea posible hacer todo tipo de triquiñuelas que permitan evadir la constitución y la ley. Desde la descarada compra de votos pasando por el trasteo de electores hasta llegar a lo peor: comprar algunas autoridades electorales que por arte de birlibirloque logran que gane el “candidato más votado”.


Otra autóctona expresión de nuestro colombiano mercadeo electoral sucede alrededor de las encuestas electorales. No solo las empresas encuestadoras se siguen equivocando al predecir el ganador, sino lo que es más perjudicial para el efectivo funcionamiento del sistema, impiden que todos los candidatos tengan la misma opción de ser escuchados dado que solo quienes “puntean” las encuestas son invitados a los “debates” en los medios de comunicación masiva.


Así, hacen que quienes sean menos conocidos no puedan darse a conocer y por tanto jamás puedan llegar a sus potenciales electores.


Las encuestas terminan no solo incidiendo en la decisión de voto sino que van generando una corriente de opinión no en favor de los mejores sino de los más conocidos, dado que el elector termina votando por quien se supone va a ganar. Lo “extraño” es que esto ha sucedido desde que las encuestas aparecieron en el escenario electoral colombiano sin que nada pase.


De igual manera, parte del contenido de los mensajes comunicacionales utilizados para persuadir al elector para que escoja la mejor opción no solo se ha concentrado en resaltar lo obvio –ser un candidato honesto, por ejemplo- sino que algunos de ellos se han focalizado en atacar de forma por demás alevosa a sus contrincantes, sobre todo a los posibles ganadores. El debate de las ideas ha sido sustituido por una especie de “guerra sucia” recurriendo al miedo como un amenazante factor que a muchos “persuade”.


En suma, un mercadeo electoral que en Colombia daría para descubrir nuevas teorías de cómo ganar una elección sin sujetarse a los cánones de la decencia y el respeto. Las cosas que nos toca vivir.

Credito
DAGOBERTO PÁRAMO MORALES

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