La selección Colombia, un producto

Por lo mismo, todo lo que sucede a su alrededor es motivo de controversia, de preocupación, de titulares en periódicos, de comentarios en noticieros de televisión y de ácidas críticas en espacios radiales. Casi para nadie pasan desapercibidas sus dificultades, sus vaivenes, sus triunfos, sus derrotas.

No hay duda. Nuestra maltrecha selección Colombia de fútbol es un producto más en el mercado deportivo. Por su naturaleza colectiva, aunque sea manejada por unos cuantos dirigentes, su concepción se inscribe en el denominado marketing social, el de las ideas o causas sociales.

A diferencia de muchos productos deportivos que nos representan en diferentes eventos internacionales, la selección es la que mayores pasiones incita. Si bien ha competido históricamente con el ciclismo, en ciertos periodos con el atletismo y, más recientemente, con el patinaje, el furor que despierta la convierte en el producto deportivo de mayor ascendencia social.


Por lo mismo, todo lo que sucede a su alrededor es motivo de controversia, de preocupación, de titulares en periódicos, de comentarios en noticieros de televisión y de ácidas críticas en espacios radiales. Casi para nadie pasan desapercibidas sus dificultades, sus vaivenes, sus triunfos, sus derrotas.  


Por estar tan metida en la sangre de su consumidor promedio, el hincha, la selección como producto adquiere matices muy particulares. Más que satisfacer su mercado, se ha convertido en un producto angustiante, generador de continuas decepciones y desprestigiado. Ya son muchos los años en los que sus consumidores no la ven en un mundial disputando los puestos de privilegio, peleándose codo a codo con los grandes. Por el contrario, solo la ven luchando por la repesca, haciendo cuentas alegres, esperando que sus competidores no hagan lo que saben hacer.


Sin embargo, esa creciente insatisfacción que raya en la frustración, no ha hecho que sus consumidores dejen de apoyarla, de asistir en masa a los estadios, de corearla, de vestir sus camisetas y de verla por televisión. Eso se debe, sin duda, a que en la selección confluyen no sólo los principales rasgos que como nacionalidad nos caracteriza, sino porque sirve de desfogue de tantas angustias reprimidas y de tantos infortunios acumulados.


Hechos que parecieran estar utilizando los dirigentes para mantener viva la llama, el fervor intacto. Como si supieran que a pesar de que la selección se ha convertido en un producto malo, que no cumple, que ilusiona, que desentona, entristece y desespera, prevalece nuestro curtido espíritu nacionalista.


No de otra manera se explica la forma con la que se gastan ingentes sumas de dinero para tocar nuestras fibras más sensibles sabiendo la realidad que se esconde detrás: improvisación, jugadores de segundo nivel e incapacidad gerencial.


¿Hasta cuándo estos obcecados dirigentes entenderán que todos los productos futbolísticos serios del mundo planean y ejecutan rigurosos programas, de largo aliento, sin roscas, desde las divisiones inferiores, sin tanto turismo deportivo de ellos? ¿Algún día comprenderán que como todos los altos ejecutivos de las grandes marcas que fracasan,  deberían hacerse a un lado para que este producto se renueve y encuentre las causas estructurales que han producido tanto fracaso? Ojalá algún día pudiéramos verlo.

Credito
DAGOBERTO PÁRAMO MORALES

Comentarios