Infraestructura y TLC’s

La enorme deficiencia que tenemos en la infraestructura de transportes que el invierno ha desnudado le ha venido dando a quienes se opusieron,

no sin bases, a la firma de los diferentes tratados de “libre comercio” que hemos venido aceptando sin más ni más, casi como un designio divino.

Aunque se diga lo contrario, no estamos preparados. Es increíble la improvisación de los gobernantes a lo largo de nuestra historia. Y no aprendemos. Ya desde 1812 cuando firmamos el primer tratado con la Inglaterra de la época, estábamos en inferioridad de condiciones. Y así seguimos. Y ahora peor, porque según algunos funcionarios del gobierno actual, nuestra única alternativa es la resignación. Sin empacho, pregonan, justificando su incompetencia, que lo único que nos toca es aprender a lidiar nuestros ancestrales males. Y punto. Solo promesas cada vez que un fenómeno natural nos arrincona. ¡Qué impotencia!


¿Cómo entender que una economía basada en las exportaciones no cuente con una infraestructura de transporte que asegure que nuestros productos sean entregados de manera oportuna y con la calidad requerida a los mercados internacionales?


¿Cómo es posible que no le hayamos prestado atención a la navegabilidad del río Magdalena como lo han hecho los países desarrollados? ¿Por qué decidimos algún día acabar con los ferrocarriles que tan bajos costos implican para el transporte de carga y de pasajeros? ¿Será que nunca nos dimos cuenta de las enormes deficiencias de nuestras carreteras?

Bastante doloroso sería saber que nuestros dirigentes, por ineptos, no se percataron de la trascendencia que tiene la infraestructura en el proceso de internacionalización empresarial. Sería más ignominioso constatar que por estar siguiendo las recomendaciones de las agencias financieras internacionales nunca visualizaron la fragilidad de nuestro sistema vial. Pero sería peor aún corroborar, no sin sorpresas, que por intereses personales y de corrupción, no fueron capaces de preparar al país para hacer frente a los retos que la globalización impone.

Sea lo que sea, la única verdad es que el panorama no es nada halagador. Las principales vías de comunicación desde y hacia los puertos están bloqueadas. Colombia cada día se aísla más. Nos ahogamos y nadie responde. Las destempladas respuestas a “tener fe” y a confiar en que todo va a pasar y que todo se va a arreglar, solo producen desesperanza.


¿Qué estarán pensando quienes con su apabullante aplanadora parlamentaria no escuchan las voces discordantes? ¿Se darán cuenta que somos incapaces de responder de forma competitiva a la amenaza que se cierne sobre varios sectores de la economía nacional?


¿Aceptarán que el juicio de la historia es implacable con los irresponsables? Ojalá estemos equivocados para el bien de nuestra población que acumula cientos de años sumidos en el abandono y la despreocupación colectiva. Bastante complicados sí estamos.

Credito
DAGOBERTO PÁRAMO MORALES

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