Libertad y voluntad de decisión

Este es uno de los postulados del marketing más debatidos. Por su esencia es uno de los que más se acerca al carácter del modo de producción capitalista. Por ello es necesario abordarlo de manera seria y cuidadosa.

Entenderlo, es una forma de comprender la esencia dialéctica del sistema capitalista que pregona la libertad como uno de sus pilares fundamentales. Los orígenes, la evolución, el desarrollo y actual forma de aplicación del marketing, se encuentran ligados al proceso de construcción del mencionado sistema.

Esta libertad y voluntad de decisión se hace evidente al aceptar que la esencia del marketing está en la capacidad de persuadir a los miembros de un mercado que a su vez tienen otras opciones también atractivas y diferenciadas. Si el probable comprador tuviera una única alternativa disponible, nada habría que desarrollarse para convencerlo de las bondades de determinada oferta. Así, el marketing no tendría cabida.


Igual sucedería en los regímenes socialistas en los que los ciudadanos generalmente no tienen otras opciones más que las ofrecidas por el Estado, sus órganos de gobierno y sus instituciones.


Igual sucedería en ciertos sectores económicos en los que existen monopolios que controlan la actividad, o en el Estado que por el poder detentado domina cualquier esfuerzo comercial; ejemplos: el correo, las telecomunicaciones, la prestación de servicios públicos, el transporte, entre otros.


En tales sectores basta con ofrecer el producto, a veces en las peores condiciones imaginables. El segmento de mercado no tiene opción diferente a adquirirlo al precio y bajo las condiciones que se le imponen.


Así, los aspectos estratégicos relacionados con el estudio y análisis de las condiciones de mercado son superfluos y por tanto, el marketing como proceso, es innecesario. Al no haber competencia, la organización puede hacer lo que le parezca ya que el mercado no tiene otra alternativa que aceptar la única oferta posible.


De manera similar ocurre al interior de una organización cuando se habla del “marketing interno”, asumiéndose que los trabajadores son clientes. Aquí también se comete el pecado de asumir que basta una oferta para que el marketing se configure como tal. Como se sabe, en una organización, por el carácter disciplinado imperante en ella, no se permiten libertades ni voluntades que vayan en contravía de las decisiones tomadas en los diferentes niveles jerárquicos.


Así, es imposible aceptar la concepción e implementación del marketing en los sectores monopolizados, en los países de economías centralmente planificadas, o en el interior de una organización. En ninguno de los tres casos existe la libertad necesaria para tomar una decisión con voluntad. Por el contrario, se configura una abierta o latente imposición, producto de la inexistencia de la competencia, y entonces el marketing no tiene un espacio propio para su desarrollo.

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