¡Ya son el futuro que serán!

Stiven Parra Gámez

Escribí esta columna porque estoy trastocado: siento amor y rabia a la vez. Hablemos de lo primero:

Hace dos días nació Martina, la primera hija de Felipe – un entrañable amigo que me regaló la vida – como tantos otros amigos, que, aunque lejos, llevo siempre en mi litera liviana de amor, a todas partes donde voy, donde pongo mi alma y mis heridas; mis sueños y mis mentiras; mis vicios y mi honor.

¿A quién le importa? A usted, que ya transcurridas setenta y cuatro palabras, sigue aquí. Y es que no es solo por Martina, hace 10 meses también nació en Cereté (Córdoba), Arturo, el primer hijo de mi primer amigo costeño: Kevin, todo un personaje. Y por si fuera poco, hace 11 meses y 20 días nació Martín, mi hijo. El amigo de Tango, mi perro.

Seguramente sus hijos nacieron hace poco, o los de sus familiares y amigos. Eso es suficiente para que nos importe a todos.

Ahora, lo segundo: estoy herido porque prendo la tele o tropiezo con el radio y siguen las malas noticias: un señora ahoga a su hija porque no toleró su llanto, un padre le quema los dedos a su hijo porque saca una tajada cruda de entre el sartén y un depredador secuestra, tortura, viola y mata una niña de siete años.

En Colombia, hay algo más de siete millones de niños. Les llamamos “¡El futuro!” para evadir la responsabilidad de su presente, o mejor de sus instantes, que como nos enseñó Borges, forjan la verdadera vida.

Esta columna -de hecho- es un instante. Su llama subirá dentro de unas palabras al infinito, y solo quedarán los gnomos que usted, lector, generoso, verá.

Según la Defensoría, a comienzos del 2016, la cifra de niños muertos por causas violentas ascendió a 358, sumado a casi 60 casos de niños muertos por desnutrición.

Eso me da rabia y dolor. La vida, es decir, el poema universal, lleno de metáforas, está siendo asesinado por herejes. ¿Cómo no estar triste?

Hace algunos meses, mi abuela Inés (la mamá de mi papá) arropó con sus brazos amorosos a Martín. En ese instante pensé en ‘Los maderos de San Juan’ de Silva, porque la vi muy tierna “mas, cruza por su espíritu como un temor extraño, por lo que en lo futuro, de angustita y desengaño los días ignorados del nieto guardarán”.

Otras cifras que alarman las da el Icbf (2015) con cerca de 1.395 casos en los que ha debido haber restablecimiento de sus derechos. El maltrato, la violencia sexual, el abandono y el consumo se sustancia psicoactivas, son tristemente el presente de los que llamamos “¡El futuro!”.

Ya no escribo más. Ya me desahogué. Es Navidad y viene el nuevo año. No lo eche en saco roto. Ayúdele a Silva a cambiar la historia, ayúdele a Borges y cuide cada instante de los niños.

Héctor Abad -refiriéndose a su padre- nos enseñó que ya somos el olvido que seremos. Parafraseémoslo y hagamos propia esta idea: nuestros niños ¡ya son el futuro que serán! Gracias.

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