La sociedad de los poetas muertos

Guillermo Pérez Flórez

Se aproximan elecciones regionales y locales. Una buena oportunidad para profundizar en la reflexión sobre el desarrollo regional, como desde hace varios años lo vienen haciendo algunas personas, entre ellas Alberto Bejarano. Para otras, sin embargo, que se dedican a la ‘intermediación electoral’, son la gran oportunidad de hacer negocios, como lo dice Camilo González en su columna del pasado viernes en este mismo diario. La ocasión para hacer caja.

La ‘intermediación electoral’ es un eufemismo que acabo de inventarme, para ser fiel a la tradición colombiana de no llamar las cosas por su nombre. Pero en realidad se trata de una actividad despreciable: la compraventa de votos al por mayor y al detal. Una práctica corrupta que comenzó con la ‘inocente’ y hasta ‘paternal’ actividad llamada clientelismo, que no es otra cosa que hacer de la política el ejercicio de conseguir ‘clientes’ para poder elegirse. Pero ahora las cosas han ido a más: a la compraventa de votos, tal cual lo denuncia Camilo. Es triste registrar que el Tolima, una tierra de grandes hombres y mujeres, se haya degradado tanto, desde la perspectiva política. Leo las columnas que escribe Bejarano (las cuales circulan por correo electrónico) y no deja de impactarme el silencio atronador que producen. La última que leí la tituló, precisamente, ‘Propuesta al vacío infinito’. Él sabe, y da por sentado, que la reacción que suscitan sus textos es marginal. Que nadie le va a contestar las cartas ni a comentar sus artículos, es como si le estuviese hablando a una sociedad muerta.

En lo que va de este siglo en muchas partes del mundo se han producido revoluciones ciudadanas. Algunas veces para tumbar sátrapas como Ben Ali en Túnez o Hosni Mubarak en Egipto, ese movimiento en todo el norte de África, conocido como la ‘Primavera árabe’; otras veces para protestar contra la crisis, como las jornadas contra Wall Street en Estados Unidos o el movimiento de los ‘indignados’ en España, popularmente llamado el 15M, que se inició en mayo de 2011 con una acampada de jóvenes en la Puerta de Sol en Madrid y que derivó en el movimiento ‘Podemos’, que ocupa los primeros lugares de intención de voto. Otras, para rebelarse contra la dictadura de los mercados, como en Grecia, en donde han ganado las elecciones. En mi hermosa tierra tolimense, sin embargo, las cosas, políticamente hablando, permanecen casi inalterables: los mismos con las mismas, como diría Gaitán.

Y me pregunto: ¿Por qué esto es así? ¿Por qué no hay indignación? ¿Por qué tanta pasividad, tanto silencio, tanta indiferencia, cuando es un secreto a voces que los carteles de contratistas públicos secuestraron la política y la convirtieron en una actividad ignominiosa, y que el resultado electoral depende del músculo financiero de los candidatos, de su habilidad para engañar y comprar votos y no de las propuestas que estos presenten y defiendan?

En Tolima hay personas buenas y capaces. Y sé que si se hablaran y juntaran podrían conseguir transformaciones como las que queremos. La primera, hacer que la política vuelva a ser una actividad decente. Y la segunda, un renacimiento del Tolima, una nueva primavera regional.

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