Duele la patria

Guillermo Pérez Flórez

Duele la patria al ver cómo caen de manera miserable once soldados. Allí en el polideportivo de la vereda La Esperanza, en el municipio de Buenos Aires en Cauca, casi se nos acaba la esperanza.

Duele ver que después de 50 años de conflicto las Farc no saben lo que quieren los colombianos y siguen jugando a la guerra; a una guerra perdida, inútil, sangrienta y costosa, cuyo único ‘mérito’ es el de retardar el cambio social. Quizás tengamos que esperar otros 50 años.

Duele ver a un expresidente hacerse fotografías con los familiares de los soldados en el sepelio y mostrarse compungido como no lo estuvo nunca con las víctimas de los falsos positivos, en lugar de entregar explicaciones o disculparse por la condena impuesta a dos de sus exministros. La Corte Suprema de Justicia confirmó lo que ya sabía Colombia toda, que la reelección de este expresidente fue posible gracias a actos fraudulentos, torticeros, ilícitos.

Duele ver a un Procurador General de la Nación hacer populismo con miras a las elecciones de 2018, pidiendo reiniciar los bombardeos contra la guerrilla, como si esa fuese su función constitucional, jugando a que el proceso de paz fracase, en lugar de cumplir con las funciones de su cargo.

Duele ver que el país se está descosiendo socialmente mientras la dirigencia hace reformitas políticas que no le van a cambiar la vida a nadie. El Tiempo publicó un informe que da cuenta de 517 pandillas juveniles en solo seis ciudades, Cali, Medellín, Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Un fenómeno que viene dando señales de alerta desde hace más de 20 años. Muchachos que están dispuestos a robar, matar, violar, extorsionar, secuestrar, asaltar, porque no tienen nada que perder salvo su resentimiento y frustración. ¿Cuándo haremos la paz con nuestros jóvenes? ¿Cuándo les ofreceremos más que plomo o cárcel?

Duele saber que no hay justicia, que la corrupción se la engulló y escaló a niveles que nadie hubiera imaginado jamás nunca. Y duele comprobar que después de la tormenta desatada en la Corte Constitucional el escándalo empieza a diluirse sin que haya pasado apenas nada.

Duele saber que nos aprestamos a otras elecciones regionales y locales sin haber hecho la tarea de depurar el sistema electoral. Es un secreto a voces que las campañas para la gobernaciones y alcaldías valen varios miles de millones de pesos, y que para muchos eso no es un gasto sino una inversión que ya recuperarán a través de la contratación pública.

Duele saber que los agentes de la DEA en Colombia vivían en carnavales con putas financiadas por ‘narcos’ y ‘paras’, y que éstos incluso les regalaban fusiles de asalto, mientras policías y soldaditos (de esos que matan las Farc), sacrifican ingenuamente sus vidas para combatir el narcotráfico. Duele la patria, ¡cómo duele la patria!

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