Corregir una injusticia

Guillermo Pérez Flórez

El proceso penal contra Carlos Arturo Velandia es una injusticia. No se requiere ser un consagrado jurista para verlo. A todas luces es un falso positivo judicial, que tiene como telón de fondo minar la confianza de los guerrilleros en el proceso de paz y/o justificar la millonaria contratación de la fiscalía con una connotada y cuestionada politóloga. Una prueba piloto para la aplicación de los macro contextos y de la teoría del autor detrás del autor. Veamos.

Ante la imposibilidad relativa de individualizar responsables de crímenes perpetrados por estructuras o aparatos de poder, tales como narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares o mafiosos, se considera que los autores mediatos deben ser no solo quienes aprietan el gatillo sino los jefes de dichos aparatos, ya sea como autores, coautores o partícipes, por considerar que estos son los verdaderos autores. Es una teoría elaborada por el tratadista alemán, Claus Roxin.

Por razones de espacio y carencias académicas no puedo discutir la validez de la misma. Lo cierto es que ésta no es aplicable a Velandia. Lo primero porque Velandia, en otrora Felipe Torres, nunca, óigase bien, nunca fue miembro del Comando Central del Eln. Su perfil fue sobredimensionado por los medios de comunicación, dada la circunstancia de estar recluido en una cárcel al lado de ‘Francisco Galán’. Hecho que está más que documentado, pero que curiosamente la Fiscalía desconoce. Según parece, los millonarios recursos pagados a la famosa politóloga no alcanzaron para establecer la estructura organizativa del Eln.

Ahora bien, los hechos que le imputan a Velandia, bajo la teoría de Roxin, ocurrieron cuando él estaba recluido en Itagüí, una cárcel de máxima seguridad a la que era tortuoso entrar o salir. ¿Cómo dirigir una organización, por demás federal, desde allí? No viene al caso comentar por qué, pero visité en más de una ocasión a Velandia y a Galán, buscando su mediación humanitaria. Desde esa época les vi comprometidos con la búsqueda de una solución al conflicto armado, actuando con generosidad y sinceridad. Una vez en libertad, tras pagar 10 años de cárcel y hacer dejación individual de armas, Velandia se consagró a la cátedra, a la investigación social, a escribir documentos y hacer pedagogía de paz. Es consultado por diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales, y todo el mundo coincide en que es un hombre ponderado, serio y respetuoso de la ley. Por esto sorprende e indigna que luego de tantos años aparezca una acusación fantasma y que haya sido declarado ‘reo ausente’. ¿Nadie sabía en el Estado cómo ubicar a Velandia? Da risa. Solo hay dos razones para que esto ocurra: mala intención o incompetencia investigativa. El Gobierno y el nuevo Fiscal General deberían corregir esta injusticia. Dejar que prospere es un pésimo precedente.

Si la fiscalía quiso construir un espejo amenazante para los guerrilleros que buscan el fin del conflicto a través del diálogo y la negociación, a todo parecer podría lograrlo. Qué miedo el que da el exagerado poder de la Fiscalía. Este es otro asunto del que tendría que ocuparse una futura constituyente, porque qué congresista se va a atrever a meterle diente.

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