La tragedia chocoana

Guillermo Pérez Flórez

Los chocoanos han decidido protestar. Se habían demorado. Y serán tan legítimos los motivos que hasta la Iglesia Católica, tan dada siempre a llamar a la resignación, ha decidido solidarizarse y suspender oficios religiosos. Están molestos incluso con Dios. Y no es para menos, a juzgar por los indicadores económicos y sociales.

El 85% de la población es pobre y el 79% con necesidades básicas insatisfechas. Solo el 22% de los hogares tiene acueducto (la media nacional es 83.57%) y alcantarillado, apenas el 16,02% (la media nacional es 73,3%). A pesar de ser el único departamento colombiano que tiene costas en el Pacífico y en el Atlántico, a pesar de sus recursos mineros y de su biodiversidad, Chocó representa casi nada para la economía. Su PIB equivale al 0.4% del PIB nacional. Si desapareciera, en Bogotá ni se enterarían.

Podría citar los indicadores en educación y salud, pero con los que acabo de dar ya imaginarán el resto. De hecho, la protesta es porque el Comité Cívico, promotor del paro, reclama la construcción de un centro de salud de tercer nivel, pues los desplazamientos a Medellín, Bogotá o Cali resultan impagables para la mayoría de la población. Hágame el favor. Y miren esto: 35 de cada 100 mil niños mueren de hambre, cifra superior a la de La Guajira, 32 de cada 100 mil. Como decía antes, Chocó tiene costas en los dos mares. Sin embargo, “generaciones enteras de chocoanos han nacido, crecido y muerto sin conocer ninguna de las dos costas con las que bordea el departamento, porque no hay vías para llegar a ellas”. Y la verdad es que no se necesitan, el oro que se extrae del departamento sale en helicóptero. Once de los 30 municipios no están conectados a la red eléctrica nacional, funcionan con motobombas, y para terminar de completar es uno de los departamentos con mayor cantidad de desplazados forzados. Vale decir, allí sí se siente la guerra.

A Colombia nunca le ha importado Chocó, ni siquiera le ha importado a Antioquia, su opulento vecino, que ha extraído de allí millones de onzas de oro. De hecho, un estudio de la Universidad de Cartagena afirma que buena parte de la población de Río Quito está contaminada de mercurio. ¿Por qué esta indiferencia? ¿Porque son negros? ¿Es ésta una manifestación de racismo inconsciente no solo de las élites gobernantes sino de todo el país? Podría ser. No lo sé, porque su caso es similar al de Arauca, al de La Guajira, al de Nariño, al de Putumayo, al Amazonas, al de Guaviare y Vaupés. La cuestión expresa el eterno conflicto entre el centro y la periferia. Como se ha dicho tantas veces, tenemos más territorio que país y más geografía que historia. El modelo centralista no funciona. Los problemas están en la periferia y las soluciones en el centro. Esa es la médula del problema. Si yo fuera chocoano, no pediría a Bogotá nada, salvo la independencia. Haría lo de los panameños. Les ha ido mejor.

A los chocoanos les digo: no esperen milagros. Y menos de Bogotá.

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