El enemigo público

Guillermo Pérez Flórez

La constructora Odebrecht pasará a la historia no como una gran empresa, con presencia en 27 países y 128 mil empleados, sino como una de las asociaciones para delinquir más grandes de América Latina. Ha reconocido haber pagado sobornos en Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Panamá, Perú y Venezuela, que suman casi 800 millones de dólares. Por ello pagará tres mil 500 millones de dólares de multa, la mayor de la historia por sobornos.

En Colombia esta firma habría entregado coimas por 11.5 millones de dólares. Pero según entendidos las autoridades judiciales de Brasil tienen más información que las de Estados Unidos y esto sería apenas la punta del iceberg. Esta semana fue capturado el señor Gabriel García, exviceministro de transporte durante la administración de Álvaro Uribe, a quien la fiscalía acusa de haber recibido 6.5 millones de dólares, para otorgar el segundo tramo de la Ruta del Sol. Aún falta por saber quiénes recibieron los otros cinco millones de dólares.

El prontuario de Odebrecht en Colombia es largo. Si tuviésemos un sistema judicial eficiente muchas personas estarían en la cárcel. Todo cuanto existe en su entorno es turbio. La cuestión giraba no solo en la adjudicación de los contratos, no. Tenía que ver con las adiciones contractuales y con la decena de pleitos ganados en tribunales de arbitramento, que son multimillonarios. Esa empresa debe tener más abogados que ingenieros.

¿Por dónde se le mete el diente a esto? Hay varios ángulos, y no hay espacio ni siquiera para mencionarlos. Política y negocios, ética y negocios, corrupción pública y privada, politiquería, responsabilidad política, etcétera. Este escándalo me sirve para dar fundamento a una tesis que he sostenido desde hace tiempo: el conflicto armado interno ha servido para distraer a los colombianos de los verdaderos problemas y enemigos. Desde esa perspectiva las guerrillas han sido idiotas útiles del régimen. Sí. Mientras hay gente haciendo la guerra y matándose, un grupo de facinerosos saquea de manera impune y miserable las arcas públicas. Por eso no hay plata que alcance. ¿Cuántas reformas tributarias más van a ser necesarias?

Hay que decirlo con claridad y sin ambages. En Colombia es muy difícil acceder a un contrato público sin untarle la mano a los funcionarios. El sistema de contratación es enredado y abstruso, a más no poder. Solo quienes conocen sus laberintos y trampas pueden contratar con el Estado. Es parte de lo que Álvaro Gómez denominaba “el régimen”, que es corrupto y corruptor, pues tiene una infinita capacidad para pulverizar los cimientos morales de la sociedad y de las empresas. Un entramado del cual hace parte el sistema financiero, ¡sí señor!

Desenmarañar totalmente la trama de Odebrecht en Colombia sería un buen punto de partida en el camino de la “restauración moral de la república” de la que hablaba Gaitán en el siglo pasado. ¿Podrá hacerlo el actual Fiscal General de la Nación? Estaremos expectantes. Que nadie lo dude: el enemigo público número uno es la corrupción, el alma de la politiquería. La derrota de los corruptos se impone.

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