Alto Mira y Frontera

Guillermo Pérez Flórez

A riesgo de repetirme una y otra vez, vuelvo a insistir en la tesis de que el país sufre de una endémica crisis de gobernabilidad territorial. Doscientos años después de haber conseguido la Independencia, el Estado no logra ocupar, controlar y desarrollar todo el territorio. Así nos lo acaba de recordar la masacre ocurrida en Alto Mira, Tumaco, en Nariño, en donde una alianza de narcotraficantes impone su ley, aprovechando la ausencia de Estado.

Silenciar los fusiles de la guerrilla era y sigue siendo importante y definitivo. Pero mucho más lo es construir Estado y mercado en todo el territorio. Garantizar que impera la ley, algo que Tumaco y en general en esta esquina de Colombia parece una absoluta utopía. La cuestión está en que el país es geográficamente policéntrico, pero políticamente monocéntrico; en que la institucionalidad política y administrativa es totalmente disfuncional a la economía y el desarrollo. Y esto no se soluciona enviando durante una semana al Vicepresidente de la República, por agudo y experimentado que sea. No. La solución es crear y robustecer la institucionalidad en el territorio. Por ejemplo, fortalecer las gobernaciones departamentales. Es lo mínimo.

A las 42 comunidades campesinas que existen en Alto Mira y Frontera hay que ofrecerles algo más que erradicación forzada de sus cultivos de coca. Históricamente Tumaco ha sido una tierra olvidada de la patria, casi que abandonada a su suerte por el Estado. El Ejército y la Policía no pueden hacer milagros. Allí la falla sigue siendo la institucionalidad civil, que no funciona o no existe. Actualmente, Tumaco concentra el 16% de los cultivos de coca, unas 23 mil 148 hectáreas, según registros oficiales. Y más se tardará en erradicarse la coca que esta en volver a nacer. El abandono gubernamental del litoral pacífico es prácticamente un crimen de Estado. La ONG Médicos sin Fronteras reveló en agosto pasado que ha atendido a más de seis mil personas que en Buenaventura (Cauca) y Tumaco (Nariño) sufren de pánico, ansiedad y síntomas de esquizofrenia a causa de la violencia. El 25 por ciento de los pacientes atendidos padece de depresión debido a la violencia. Los culpables de esto son grupos armados que amenazan, cometen homicidios selectivos, secuestros, desapariciones, acoso y extorsiones. Razón tiene el gobernador de Nariño, Camilo Romero, cuando afirma que la paz no ha llegado a su departamento. Pobre gente.

En Tumaco se vive una crisis humanitaria compleja, los derechos humanos de la población están conculcados por la ineficacia del Estado, que es incapaz no solo de generar desarrollo sino, además, de garantizar orden y dispensar seguridad y justicia. En esta porción de la geografía patria, el colombiano sigue siendo un Estado fallido. ¿Hasta cuándo? Hasta cuando nos decidamos no a llevar estado a las regiones sino a construirlo de la mano de la misma gente que hoy es víctima del abandono y la violencia. A este paso, la paz será solo con el Secretariado. En Tumaco necesitan algo más, mucho más que la erradicación forzosa de coca, señor vicepresidente Naranjo. Y usted lo sabe. Necesitan, como en Buenaventura, que el Estado funcione. Mi solidaridad con Nariño.

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