La hora del balance

Guillermo Pérez Flórez

Las luces están a punto de encenderse y el telón a punto de caer. Es el último minuto de la obra. Si 2017 fuese eso, una obra de teatro o una película, usted qué diría. ¿Qué fue buena, regular o mala? Pensando, clara está, desde una perspectiva de país.

Mi evaluación sobre 2017 es buena. La dejación de armas de las Farc es la mejor noticia del año (y la de muchos años). Hay quienes no lo ven así. Unos porque tienen interés en restarle valor y trascendencia al hecho y afirman que la dejación no fue completa, que dejaron armas escondidas, etc; y otros porque tienen un sentido trágico de la vida y, como dice el adagio popular, aunque vayan para el cielo irán llorando.

Pero lo que cuenta es el resultado. Colombia tiene una guerrilla menos, 10.000 guerrilleras y guerrilleros dejaron las armas, y las cifras de violencia política están en mínimos históricos. En este aspecto, es la mejor situación de los últimos cuarenta años. Algo a lo cual ha contribuido, sin ninguna duda, el cese al fuego pactado con el ELN.

Y gracias al silencio de las armas, gracias a que nos ahorramos 2.000 muertos; a que disminuyeron los secuestros y las extorsiones, las voladuras de oleoductos y de torres de energía; gracias a que no tuvimos que llorar ni enterrar tantos soldados y policías; gracias a que desaparecieron las noticias sobre masacres; gracias a todo eso, los colombianos pudimos ver la real dimensión de la podredumbre que nos gobierna, que es sistémica.

Es lo que Álvaro Gómez denominara “el régimen”. Un complejo sistema de acceso y usufructo del poder, que permite incluso que éste se legue entre padres a hijos y nietos, o entre hermanos y primos. El delfinazgo ha dejado de ser un privilegio de las elites bogotanas, y se ha convertido en una práctica vulgar a toda escala.

Tener claridad sobre el problema es el primer paso para solucionarlo. Muchos de los problemas de Colombia se originan en la corrupción. Cualquier cosa que se diga en contrario no es más que una maniobra distractora. La corrupción contagió todos los ámbitos de la vida pública y privada. El tráfico de influencias y el abuso del poder se tornaron una práctica “normal”. “El cartel de la Toga” es un indicador del tamaño de la corrupción. Conocer todo cuanto hemos conocido en materia de corrupción este año es una buena noticia. Lo malo habría sido no conocerlo.

Terminamos 2017 y debemos prepararnos para abocar una nueva agenda pública. Por supuesto que hay que concluir lo ya empezado, como la implementación de los acuerdos de paz y terminar la negociación con el ELN, pero es fundamental poner los ojos en la recuperación y la regeneración de la vida pública, en relegitimar y dignificar las instituciones. Primera parada: la elección del Congreso de la República. Ese es el primer desafío que nos plantea 2018.

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