Una herencia yacente

Guillermo Pérez Flórez

Hace 70 años fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán, el líder que más hondo ha calado en la entraña popular. Su muerte significó un antes y un después en la historia colombiana, y el desvanecimiento de la ilusión de un cambio social por la senda democrática.

El vacío que su crimen dejó en el imaginario colectivo nunca pudo ser llenado plenamente, pues quienes posteriormente abrazaron la causa de la justicia social, ya por la vía armada, como Camilo Torres o Carlos Pizarro, ya por la vía política, como Luis Carlos Galán o Bernardo Jaramillo, fracasaron en sus propósitos de acceder al poder y adelantar las grandes transformaciones que el país requiere. De hecho, tras los episodios del 9 de abril el liberalismo entró en un proceso gradual de conservadurismo que tuvo su momento cenital con la llegada del neoliberalismo en los años 90, en cabeza del hoy jefe del partido, César Gaviria, tras esa otra frustración que fue el asesinato de Galán. Desde esa época, todos los intentos de darle al liberalismo un perfil socialdemócrata naufragaron, por diferentes razones que no vienen al caso, pero principalmente debido a que se apoderaron del liberalismo unos clanes politiqueros que nunca pudieron ser derrotados.

Hoy el partido agoniza. La última carta que le quedaba era la candidatura de Humberto de la Calle, una persona decente y respetable, pero Gaviria lo maniató e impidió que buscara una amplia coalición de la que hicieran parte las huestes de Gustavo Petro y de la Coalición Colombia, integrada por Sergio Fajardo, Antanas Mockus, Jorge E. Robledo, Antonio Navarro y Claudia López, entre otros. Se trataba de construir una confluencia democrática, una coalición “enorme”, para utilizar las propias palabras de De la Calle. No pudo ser porque Gaviria se aferró a la jefatura para defender su ideario conservador y sus intereses. En pos de ese objetivo, sacrificó muchas voces que desde la diversidad liberal habrían podido contribuir a un renacimiento y regeneración democrática en Colombia. Pasará a la posteridad como el sepulturero de liberalismo y como uno de los grandes responsables del regreso al poder de la derecha más reaccionaria que haya tenido el país. Es claro que Gaviria solo busca que De la Calle le ayude a pasar el charco de la primera vuelta, para luego él negociar los votos a cambio de algún ministerio para su vástago y quien sabe qué otras cuotas.

Lo que me extraña y duele es que esto lo haya permitido el propio De la Calle. No logro entenderlo. Lo digo con profundo respeto, pero también con absoluta franqueza. Si él hubiera intentado quitarse esa coyunda estoy seguro de que cientos de miles de personas le habrían rodeado y respaldado irrestrictamente.

La herencia de un liberalismo comprometido con la democracia, la paz y la justicia social continúa yacente, en espera de que alguien la recoja, lo cual al parecer intentan hacer otras voces desde afuera, como lo intentara también Gaitán hace 70 años. La vida sigue, la historia nunca acaba, seguimos buscando el futuro.

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