La emoción de la política

Guillermo Pérez Flórez

Una de las actividades humanas con mayor capacidad de producir emociones es la política. De hecho, es de las que logra que deriven en pasiones. La principal diferencia entre emoción y pasión es que ésta última es capaz de dominar la voluntad y perturbar gravemente la razón, y hacer que las personas lleguen a situaciones límite. La actual campaña presidencial permite elucidar las emociones subyacentes en la sociedad colombiana. El candidato X, por ejemplo, genera en algunas personas ilusión de cambio, la esperanza de una transformación social e interpreta la ira contenida que existe hacia el statu quo. El candidato Y, a su turno, encarna la emoción que suscita conquistar o reconquistar el poder, e interpreta el miedo que sienten ante el candidato X. También puede existir el candidato Q, que inspira serenidad y buenas maneras, e interpreta la inclinación a evitar el conflicto. O el candidato M, que canaliza el deseo de que no haya alteraciones en la sociedad y se preserve el orden establecido, con sus praxis y cánones. Y, finalmente, el candidato K, que puede encarnar un cierto ideal de gobernante, la visión o el molde estético tradicional del estadista. En las sociedades dominadas por emociones primarias que circulan en las redes sociales y los medios de comunicación amarillistas y fines propagandísticos, el debate programático y la deliberación política quedan sepultados por tsunami emocional que los candidatos logran generar, interpretar o canalizar.

Es difícil concebir la política sin emoción. En la Argentina de Perón, por ejemplo, había tanta sed de justicia social, que las masas coreaban “ladrón o no ladrón, queremos a Perón”. En la Alemania de Hitler, el sentimiento predominante era el odio a los judíos y gitanos, construido sobre el mito de la supremacía racial de los arios. En Suráfrica, Mandela supo como ningún otro, canalizar la sensibilidad generalizada en favor de la libertad, algo similar a Martin Luther King en los Estados Unidos, en su lucha por los derechos civiles de la minoría negra. Ideales con capacidad de generar emociones e inclusive pasiones. Estas elecciones, nos dirán cuáles son las emociones mayoritarias que anidan en los corazones y en las mentes del pueblo colombiano. ¿Miedo? ¿Esperanza? ¿Sed de cambio? ¿Venganza? Lógicamente, las maquinarias políticas ejercen una enorme influencia a la hora de movilizar electores, pero en una votación masiva como la que se prevé para este domingo, creo que prevalecerá el voto “libre” (de opinión que llaman algunos) frente al voto “cautivo”. Ambos entre comillas, dada la limitación semántica de los dos conceptos. Hasta dónde es realmente “libre” y hasta dónde realmente cautivo. El tradicional debate ideológico o programático entre izquierda y derecha, o entre progresismo y conservadurismo, queda consumido por la exacerbación de las emociones políticas. Lo importante es que esas emociones no se internen en el terreno de las pasiones ciegas, como sucedió en los años 50, entre liberales y conservadores, o en los años 90 y la primera década de este siglo entre “capitalistas” y “comunistas”. Discutir sí, matarnos no. Hoy habrá un test emocional.

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