Ocurrió hace dos años

Guillermo Pérez Flórez

Sí, ocurrió hace dos años. A pesar del escepticismo, a pesar de la oposición cerril al sueño casi siempre frustrado de tener paz y de construir, entre todos, una Colombia más justa e igualitaria, hace dos años se silenciaron los fusiles de las Farc definitivamente. Digan lo que digan, ésta ha sido la mejor noticia de los últimos 70 años, y, creo que el país comienza a reconocerlo, aunque de manera silenciosa.

Desde que se silenciaron los fusiles, el 23 de junio de 2016, nos hemos ahorrados varios miles de muertos, varios miles de heridos, varios miles de lisiados, de huérfanos y de madres y padres sin consuelo. No voy a preguntar si ha valido la pena, porque la pregunta sería necia. La realidad es más que evidente. El país comienza a vivir un nuevo tiempo, quizás no con la intensidad y velocidad que uno quisiera, pero creo, sinceramente, que hoy estamos mucho mejor que hace treinta, que hace veinte y que hace diez años.

No se puede ser mezquino. Al presidente Juan Manuel Santos se le podrá criticar el manejo político, la forma como permitió que una nube de corsarios se apoderara del presupuesto y de la burocracia para la satisfacción de sus intereses personales y familiares, pero no se le podrá negar que deja un país con una paz relativa que le corresponderá a la sociedad y al nuevo gobierno consolidar. Tengo la convicción de que a pesar de los desafíos y retos que aún nos quedan por afrontar, seguimos avanzando y que avanzaremos más en los próximos años. Lo que sucedió hace dos años no es asunto de poca monta, se puso fin a una violencia que impactó con dureza a casi tres generaciones. Estamos dejando atrás el pasado, y entre más pronto lo consigamos, mejor.

Hace una semana el país tomó una decisión, poner al frente del poder ejecutivo al sector político más recalcitrante y crítico del proceso de paz. Ese sector tiene ahora la oportunidad de serenarse y de pensar si continúa por la senda trazada por el Gobierno saliente, con su propia visión y estilo, o si se empecina en devolver las manecillas del reloj y retrotrae a Colombia a épocas ya superadas. Lógicamente, el presidente Iván Duque no será el único responsable de esa decisión, también la oposición en cabeza de Gustavo Petro tiene inmensa responsabilidad. Lo más sensato y recomendable es que los dos (Duque y Petro) tengan altura de miras, sentido de la historia y entiendan que ya la campaña terminó, y que les corresponde consolidar lo alcanzado, dialogar y buscar acuerdos. He insistido en que sería un error intentar construir dos países que, en lugar de darse la mano, se den la espalda. No creo que nadie, en realidad, quiera que regresemos a ese pasado de sangre y lágrimas, que hoy ya nos parece lejano.

Por supuesto que también las fuerzas vivas de la sociedad tienen un papel qué cumplir, nadie puede ser indiferente y sentirse ajeno a la situación y al destino nacional. Tenemos que aprender a valorar lo que sucedió hace ya dos años.

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