Desempleo estructural

Guillermo Pérez Flórez

El Dane vuelve a poner a Ibagué en el radar del desempleo. La noticia no es nueva, desde hace varios años - décadas ya casi - la capital tolimense aparece en los reportes de desempleo nacional. Es un asunto estructural, atenuado por circunstancias excepcionales como la ley 44 tras el desastre de Armero, o por ciclos de auge de la construcción de vivienda.

El asunto viene como anillo al dedo para hablar de un libro muy interesante: ¡Sálvese quien pueda! de Andrés Oppenheimer, en el cual analiza cómo la automatización y la inteligencia artificial están destruyendo empleo de forma acelerada, más que nunca antes. Libro que escribió tras conocer un estudio de la Universidad de Oxford que vaticina que en los próximos años en EE.UU. se destruirá el 47% de los empleos actualmente conocidos, por cuenta de la revolución tecnológica. No es una predicción, no, es una realidad que supera nuestra propia imaginación. En Tokio y otras ciudades, ya existen hoteles y restaurantes totalmente automatizados; actualmente tenemos robots que escriben artículos en periódicos tan prestigiosos como The Washington Post; computadoras que resuelven consultas jurídicas con mayor solvencia que abogados de prestigio; y robots que manejan las viviendas, como Siri de IPhone o Alexa de Amazon.

Esto nos obliga a interrogarnos sobre muchas cosas. Una de ellas tiene que ver con la educación, obviamente. Muchos jóvenes se están preparando para ejercer empleos que no van a existir en el corto plazo o que, al menos, buena parte del quehacer será automatizada. Todas las profesiones están hoy amenazadas por los desarrollos tecnológicos. Entonces, ¿realmente necesitamos más abogados, más contadores, más economistas, más administradores e ingenieros industriales? Estamos sembrando frustración y éxodo y eso cosecharemos. En cuanto a Ibagué, ¿va a seguir dependiendo del empleo público, del pequeño comercio y de pegar ladrillos? La ciudad necesita fuentes de empleo calificado, para lo cual es indispensable ajustar la oferta educativa a las nuevas realidades tecnológicas. Adicionalmente, las grandes superficies tienen en jaque al mediano y pequeño comerciante, que no está en condiciones de competir. La crisis se nota en la cantidad de locales para venta o alquiler. No sé cuantos estén vacíos, pagando servicios públicos e impuestos y sin rentar. Sombrío panorama.

El desempleo se está volviendo estructural, no es un cíclico, y la perspectiva no es alentadora. Al paso que vamos, el destino es ser una ciudad para jubilados o un lugar de acogida temporal para la migración regional que hace escala antes de irse a otras latitudes.

Si así fuese, preparémonos para agregar valor a la atención integral del adulto mayor (con salud, recreación y geriátricos cualificados). Es el momento de repensarlo todo. Por ello se requiere de un amplio y constructivo diálogo entre sectores vitales de la ciudad y del departamento: gobiernos, empresas, universidades, para definir una oferta de valor regional y un plan de formación acorde a ella. Tenemos que reinventarnos, y en Ibagué mucho más. Recomiendo leer a Oppenheimer.

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