¡A la calle!

Guillermo Pérez Flórez

La respuesta al criminal atentado en la Escuela de Cadetes General Santander debe ser contundente y sin ningún tipo de subterfugios. Y debe ser una respuesta no solo del Estado, sino de la ciudadanía toda, sin distingos de afinidad política, clase social, religión o cultura.

Quienes recurren al terrorismo tienen que entender que por ese camino no conseguirán absolutamente nada. Solo les espera el aislamiento, el rechazo social, la cárcel o el cementerio. En julio de 1992 el grupo guerrillero Sendero Luminoso detonó un carro bomba en una zona comercial en Miraflores, Lima, en la calle Tarata, causando la muerte a 40 personas y destrozos a más de 400 negocios y 183 viviendas. El hecho, le sirvió de pretexto a Alberto Fujimori para dar un autogolpe y desatar una persecución inclemente contra líderes populares. Fue el principio del fin de esa delirante organización terrorista, años después caería preso su jefe, Abimael Guzmán, el tristemente célebre ‘presidente Gonzalo’. Hace unos meses vi su fotografía en un periódico en Lima, compareciendo a juicio por ese atentado, era un anciano insignificante e inofensivo.

El 30 de diciembre de 2006 la banda terrorista ETA hizo detonar en la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid, una furgoneta bomba, murieron dos ecuatorianos y 20 personas más resultaron heridas. Así, dinamitaron el proceso de paz que tenían con el gobierno del presidente Zapatero. Todo un éxito esa operación, después de esto se acabaron para siempre las posibilidades de diálogo y pacto, les tocó disolverse de manera unilateral, y hoy claman porque a sus presos les otorguen beneficios penitenciarios y les acerquen adonde residen sus familiares.

Los dos atentados, el de Lima y el de Madrid, generaron una repulsa colectiva que acorraló política y socialmente a los responsables, y facilitó el trabajo de las autoridades gubernamentales. La gente se volcó a las calles a expresar su indignación y condena, se solidarizó con las víctimas, asumió los atentados como un ataque a toda la sociedad, y rodeó a las instituciones legítimas. Qué rumbo tome Colombia dependerá, en muy buena parte, de la actitud que asumamos los ciudadanos. Este atentado, criminal y vil, va a marcar un antes y un después. Todo el país es solidario con sus policías, lo único que ha conseguido el Eln es sembrar odio, luto e indignación. Tanto va el cántaro al agua, hasta que por fin se rompe. El Eln está escribiendo la historia de un fracaso, la crónica de un delirio inútil sin ningún tipo de justificación histórica. Su destino comienza a parecerse al de Sendero Luminoso y ETA, pues la paciencia de la gente ha llegado a su fin.

El pasado 17 de enero, el Eln cerró en Bogotá la ventana de paz que se abrió el 7 de agosto de 2010, y lo ha hecho de la peor manera. Hay que hacérselo saber. Creo que si Camilo Torres Restrepo viviera, estaría encabezando marchas de repudio a este tipo de acciones demenciales. Necesitamos echarnos colectivamente a las calles.

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