La tragedia venezolana

Guillermo Pérez Flórez

A Nicolás Maduro y su pandilla les queda poco tiempo. Todo parece indicar que su fin está cerca, y que apenas tienen la opción de pactar con Washington una salida, antes de que las fuerzas armadas “bolivarianas” acepten la impunidad ofrecida por Mr. Elliott Abrams, el virrey designado por la Casa Blanca, y los traicionen.

La caída de Maduro es una buena noticia, no hay la menor duda. Me alegro por los cientos de miles de venezolanos que han dejado su patria en busca de pan, cobijo y trabajo. La mayoría de ellos jóvenes que apenas se están abriendo a la vida, obligados a mendigar en las calles colombianas, ecuatorianas, peruanas y brasileras ante la incompetencia y mediocridad de un gobierno que dilapidó una de las mayores riquezas petroleras de la historia (Entre 2004 y 2014 Venezuela recibió más de 700 mil millones de dólares). Me alegro por ellos, claro. El derrocamiento de Maduro les dará la esperanza de volver a su país para reunirse con los suyos y sentirse de nuevo en casa.

La derrota del régimen, sin embargo, no significa el fin de la tragedia venezolana. Desde luego, que cualquier cosa que venga tendría que ser mejor, pensaría uno, pero nunca se sabe. Venezuela quedará en bancarrota, a pesar de tener las más grandes reservas petroleras del planeta, y el pueblo tendrá que pagar una deuda externa de 185 mil millones de dólares, para lo cual deberá destinar al menos el 40% del ingreso petrolero cada año durante la siguiente década, para cancelar capital e intereses, esto sin contar con los bonos en poder de China, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, Japón y Alemania. Le deben plata a medio mundo. Y uno se pregunta: Y qué se hizo este dinero. ¿Se esfumó? En alguna parte tiene que estar. Está escondido en centenares de cuentas en paraísos fiscales (Suiza, Panamá, Liechtenstein, Luxemburgo, Andorra, en fin). Los venezolanos tendrán que sudar ya no petróleo sino sangre, para pagar todo, incluida la ayuda humanitaria que hoy les ofrecen.

Lo peor es que Venezuela perderá su dignidad. Al régimen tenía que echarlo a patadas el propio pueblo venezolano, lo que estamos presenciando es un vulgar intervencionismo norteamericano. El nuevo gobierno carecerá de autonomía, como lo demuestra el hecho de que es Mr. Abrams quien hace los anuncios sobre quiénes estarán en el nuevo gobierno y el que ofrece a los militares impunidad si cambian de bando. Cuando caiga Maduro, y Guaidó entre al palacio de Miraflores, en la foto aparecerán los presidentes del Grupo de Lima, pero eso será para la galería, el nuevo amo de los venezolanos será Mr. Abrams. Para saber lo que les corre pierna arriba, basta consultar en la red quién es este personaje. Su prontuario da miedo.

Qué triste la celebración del Bicentenario. Si Bolívar resucitara, un hombre que fue más importante que Napoleón y Washington, según la BBC de Londres, le daría un infarto fulminante al ver que en realidad “no hubo independencia, sino cambio de patrón”. La tragedia no termina.

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