El demonio del desempleo

Guillermo Pérez Flórez

El desempleo en el Tolima es un asunto crítico desde hace varias décadas. Tiene que ver con la crisis del sector agropecuario sensiblemente descuidado por los últimos gobiernos nacionales. Sin darnos cuenta a qué horas, nos volvimos un importador de alimentos: 12 millones de toneladas al año, un equivalente al treinta por ciento de lo que consumimos. Este año importaremos de Perú 300 toneladas de arroz. Gran mérito el de Perú.

Los dogmáticos neoliberales insistieron en abrir la economía y nos dedicamos a firmar tratados de libre comercio a diestra y siniestra, sin reparar en los efectos socio-económicos. Si firmábamos el TLC con EE.UU., nos decían, correrían ríos de leche y miel. Vamos para tres décadas de neoliberalismo y los resultados están a la vista: déficit en la balanza comercial, ruina económica y social del campo, y auge de la informalidad económica en las ciudades. Según el Dane, en 2018 la exportaciones fueron 41.831 millones de dólares y las importaciones de 48.945 millones, un déficit de 7.113 millones dólares. Producir alimentos dejó de ser una prioridad, recuerdo las declaraciones de un ministro de Hacienda que afirmaba que lo mejor que podíamos hacer era aprovechar los subsidios de EE.UU. y la UE, e importar los alimentos porque no salían más baratos. Brillante. Así, el campo comenzó a vaciarse, y abonamos el terrenos a los cultivos de uso ilícito. Los conceptos de seguridad alimentaria y de ocupación del territorio quedaron al garete.

En Tolima el café ha tenido siempre una importancia notable. Mas de 65 mil familias viven de este cultivo en nuestro departamento. Hoy el precio internacional está a la baja, y esto golpea duramente a nuestros campesinos. ¿Qué opción les queda con los precios actuales? Irse a Ibagué a poner una venta callejera de arepas o de empanadas; el Dane, por supuesto, no los tendrá como desempleados, y continuaremos haciéndonos pajas mentales de que la economía va bien, aunque el país vaya mal, como decía Echeverry Correa. Se requiere un timonazo y volver a mirar hacia el campo con decisión, arrojo y entusiasmo, ahora que las condiciones de seguridad han mejorado, aunque algunos sectores les duela reconocerlo. Ya casi se puede volver a pescar de noche, ojalá nos queden ríos para cuando esto sea plenamente posible.

Uribe y Santos durante 16 años pusieron todos los huevos en el sector minero-energético, que no es precisamente un gran demandante de empleo. Si se excluyen las exportaciones de petróleo, gas y carbón, la situación es mucho más crítica, no estamos produciendo casi nada. Echarle la culpa del desempleo a los alcaldes y al Gobernador, es buscar el muerto río arriba, hay que mirar hacia Bogotá, que es en dónde se toman las decisiones estratégicas.

El Tolima no ha sido una región industrial como Antioquia, Valle o Santander, hay que estimular al sector agropecuario, no necesariamente con subsidios sino mejorando la infraestructura (vías terciarias, fundamentalmente), que sigue siendo una asignatura pendiente. Mejorar la conectividad en todo los ámbitos y contribuir a crear mercado, para poder volver a competir internacionalmente en la producción de alimentos. Aguacate, uchuva y gulupa son buenas opciones.

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