Un paso adelante y… ¿dos atrás?

Guillermo Pérez Flórez

El presidente Iván Duque está en el derecho de objetar parcial o totalmente el proyecto de ley que reglamenta la Justicia Especial para la Paz, JEP. Si lo hace, le daría prioridad a su ideario político y gusto a su partido. La JEP es el corazón de los acuerdos de paz con las Farc, los cuales siempre criticaron, desde antes inclusive de que comenzara el proceso de paz, porque siempre negaron que hubiera conflicto.

Ahora bien, considerar que algo es inconveniente es una apreciación subjetiva, cada quien puede tener una diferente. Para gustos, los colores, dicen. La mía es que si se objeta el proyecto el país no avanza. Sería dar un paso adelante y dos atrás. Veamos.

La justicia colombiana tiene enormes carencias. Lo demuestra el alto índice de impunidad existente, un 97% de los delitos queda sin esclarecerse y sin sancionar a los responsables. No es, pues, un dechado de virtudes. Ahora bien, la justicia ordinaria está pensada y diseñada para situaciones ordinarias, no para casos extraordinarios como lo es un conflicto armado de más de cincuenta años. La JEP fue creada para cerrar el conflicto, teniendo en cuenta criterios de verdad, justicia, reparación y no repetición, que son los principales derechos de las víctimas y del país todo.

Por supuesto que el criterio de justicia en el que se inspira no es el tradicional, basado en la venganza institucionalizada. No. Es un concepto diferente que tiene como fines la superación del conflicto y la posibilidad de un nuevo comienzo, a partir de suturar las heridas causadas, de allí la importancia de que a ella concurrieran todos los sectores que participaron de las hostilidades.

La JEP pactada en La Habana ha sufrido modificaciones en el Congreso de la República y en la Corte Constitucional. El Centro Democrático consiguió excluir a los civiles y que los militares solo concurrieran a ella de manera voluntaria. Pues bien, a la fecha se han acogido 1.957 militares, y gracias a la JEP muchos de ellos han recuperado la libertad, de manera que no es cierto que esta justicia busque impunidad para las Farc y perseguir a los militares. Eso, sencillamente, es una impostura. El gran temor que genera la JEP es que salga a la luz pública toda la verdad y no solo una parte.

Acabar con la JEP es un objetivo de una confluencia de sectores económicos, políticos y sociales que le temen a la verdad. Pero si no superamos, de una vez por todas, este debate, de si hubo o no conflicto, de cómo empezaron y se desarrollaron los hechos, vamos a continuar malgastando las energías y va a ser muy difícil proyectar una Colombia moderna. Duque puede objetar la JEP, reitero que estaría en su derecho, pero al hacerlo nos estaríamos devolviendo, con ello cierra la posibilidad de construir consensos con otros sectores y queda en manos exclusivas de su partido. Abandona la posibilidad de ser el presidente de todos los colombianos, imita a Santos. Qué paradoja.

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