Aterrizaje forzoso

Guillermo Pérez Flórez

El presidente Trump le ha dado a Colombia un parámetro de realidad importante y necesario, al hacer trizas el mito construido por la elite política sobre la existencia de una “relación especial” entre los dos países. Con las declaraciones contra el presidente Iván Duque, de quien dice que es “un buen tipo, pero no ha hecho nada por nosotros”, sumadas a sus afirmaciones de que desde que éste “llegó a la presidencia el negocio de las drogas en EE.UU. ha crecido más de un cincuenta por ciento”, queda patente que tal relación especial no existe, y que a Trump no le importa maltratar a un aliado sumiso, si ello le es útil para conseguir unos votos para su reelección.

Duque quizás confiaba en que liderar la alianza contra Nicolás Maduro era suficiente para obtener de la Casa Blanca un tratamiento de primera (dada la ubicación estratégica de Colombia) y se ha equivocado de cabo a rabo, Trump lo ha ninguneado; con este tratamiento ha dejado en evidencia que para resolver la crisis venezolana no necesita hablar con Duque, sino con Vladimir Putin y con Xi Jinping, sus homólogos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y representantes de los principales acreedores de Venezuela, Rusia y China, a los que les debe más de 30 mil millones de dólares. Al maltratar a quien más entusiasmo ha puesto en la cuestión venezolana Trump ha desinflado al Grupo de Lima. Pero la “latinofobia” le pesa más de la cuenta (“países de mierda”, dijo hace unos meses para referirse a la región). Ello explica porque es tan mal percibido EE.UU. en Latinoamérica, y por qué la está perdiendo, el avance de los chinos comienza a ser imparable. Miren estos datos: según la revista española Política Exterior, China es el primer socio comercial de Brasil, Chile, Cuba, Perú y Uruguay y el segundo o tercero de Argentina y México. Y este otro: la aprobación de EE.UU. en la región ha caído del 49% en 2016 al 24% actual y solo el 16% de los latinoamericanos tiene buena opinión de Trump.

Así paga el diablo a quien bien le sirve, reza el adagio. A Colombia entera le ha faltado dignidad y amor propio, ningún país ha sido tan sumiso y manso con EE.UU. La injerencia de Washington en nuestros asuntos es vergonzosa, no es sino ver y oír al embajador Whitaker (un auténtico virrey) opinando sobre cuestiones como la JEP, pidiéndole al Congreso que apruebe las objeciones de Duque, exigiendo el uso del glifosato o invitando a cenas a la Corte Constitucional. Duque ha tenido un aterrizaje forzoso en política exterior. Trump trata a Colombia como país centroamericano, a la altura de Honduras, Guatemala y El Salvador. Adicionalmente, ha herido en forma grave la extradición, vigente desde Turbay, al acusar a Duque de enviarle criminales (los que Washington pide). El país necesita una política exterior soberana, un poco de dignidad no le viene mal a nadie. Es tiempo de replantear las cosas. Los gringos, como se sabe, no tienen amigos ni enemigos, tienen intereses.

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