Cuando las cosas están mal…

Guillermo Pérez Flórez

Que la economía es cíclica lo sabemos desde que José el hijo menor de Jacobo interpretó los sueños del faraón relacionados con siete vacas gordas y siete vacas flacas. Todo parece indicar que nos estamos internando en un ciclo económico negativo, aunque no sabemos qué tan crítico ni prolongado pueda ser. En cualquier caso es mejor que encender las alarmas a tiempo, como lo hizo el gerente del emisor a principios de mes, cuando dijo que la economía del país estaba estancada y que la polarización política la estaba dañando.

La última encuesta de Gallup publicada esta semana indica que el pesimismo se ha apoderado de los colombianos. Según esta, el 71 por ciento de los colombianos creen que las cosas van empeorando. Hace dos meses el 19 por ciento de los colombianos creían que las cosas iban por buen camino, hoy lo cree sólo el 14 por ciento. Todas estas cosas reflejan lo que se escucha en la calle y se palpa en el más elemental y básico de los negocios: que la economía no va nada bien, y lo más grave: crece la convicción de que los días peores están por venir. ¡Que Dios ni pille confesados!

¿Tiene el gobierno actual la culpa de la situación? Sinceramente, creo que no mucho. Al menos no por su accionar, más sí creo que tiene una alta cuota de responsabilidad por omisión. No es por lo que hace, es por lo que no hace. Un análisis de la revista The Economist de hace una semana recomendaba al presidente Duque librarse de la sombra de su patrocinador y encontrar sus propios pies. El presidente Duque es un hombre joven, dinámico, con buena formación, se expresa bien. Desafortunadamente, no logra construir un mensaje propio que ilusione a la nación y la empuje hacia una nueva etapa, su partido lo tiene atrapado en el pasado. En un pasado lleno de animosidad, violencia y corrupción. Ahí nace el desencanto. Tengo la íntima convicción de que las mayorías nacionales quieren mirar hacia el futuro y anhelan un liderazgo modernizante, que lleve el país por derroteros de más justicia social y prosperidad, y haga de la colombiana una democracia vigorosa, profunda y meritocrática. Una Colombia en la que quepamos todos, y no solo las minorías plutocráticas de siempre.

Duque está a tiempo de reaccionar. La modernización que quieren las mayorías silenciosas tiene que ver con un nuevo modelo de sociedad y Estado. Y eso, claro, no se logra con desgastadas recetas, haciendo más de lo mismo, y con los mismos y las mismas, sino a partir de abrirse al cambio y asumir una actitud política disruptiva. Aún le quedan tres años, que pueden ser muy cortos para emprender la aventura de transformar a Colombia, pero excesivamente largos para vivirlos con el agua al cuello.

El factor que más impacta en la economía es la psicología. Si la gente piensa que las cosas van a ir mal, irán mal. Se requiere un timonazo en la conducción del Estado. Cuando las cosas están mal, hay que reaccionar. ¿Se atreverá el Presidente?

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