La experiencia alemana

Guillermo Pérez Flórez

Es difícil encontrar un país que aborrezca y sepa lo que es la guerra más que Alemania. Y es explicable. Al fin y al cabo, fue epicentro de dos grandes conflagraciones bélicas que la dejaron prácticamente en cenizas, y el centro de gravedad de la guerra fría entre EE.UU. y la desaparecida URSS, que dividió a Berlín, a Alemania y al mundo en dos. De todos estos dramáticos episodios el pueblo alemán supo renacer y levantarse, perdonarse, unirse y convertirse en el principal motor del proyecto civilizatorio más importante de la historia llamado Unión Europea. Un ejemplo de resiliencia que valdría la pena estudiar con detenimiento.

El viernes pasado tuve la oportunidad de escuchar al embajador de Colombia en Berlín, Hans Peter Knudsen, quien dictó, en la Universidad de Ibagué, una estupenda conferencia sobre las relaciones colombo alemanas. Su exposición confirma el compromiso de ese país con la paz de Colombia, a partir de respaldar la implementación de los acuerdos suscritos por el Estado con la guerrilla de las Farc-Ep, para lo cual ha apropiado una partida de varios cientos de millones de euros. Según le oí al embajador, el monto total de la cooperación con Colombia está cifrado en 535 millones, probablemente una de las partidas más grandes de apoyo al posconflicto. Ojalá que el Tolima sepa aprovechar esta oportunidad y se dedique hacer la tarea, para que una parte de esos recursos llegue a las zonas más afectadas por la violencia.

La otra línea para trabajar con Colombia es la medioambiental. Y allí sí que podemos aprender de los alemanes. Somos uno de los países con mayor biodiversidad, pero eso no sirve de nada si no cuidamos nuestro tesoro verde. Y en este punto, vuelve y juega, los tolimenses tenemos grandes retos. Las dos líneas de trabajo – paz y medioambiente - están íntimamente relacionadas, como nos lo indican los grupos delictivos dedicados a la minería ilegal, a la voladura de oleoductos, la deforestación y a la intimidación y asesinato de líderes sociales y de funcionarios que buscan hacer cumplir la ley.

El próximo 14 de septiembre se cumplen 250 años del natalicio del berlinés Alexander Von Humboldt, probablemente uno de los más grandes naturalistas de todos los tiempos, una personalidad subyugante e inspiradora, como la retrata Andrea Wulf en su extraordinario libro La invención de la naturaleza. Humboldt vino al Tolima a conocer los trabajos que José Celestino Mutis adelantaba en Mariquita con la Real Expedición Botánica. Es ésta, pues, una coyuntura excepcional para abocar la atención de los gobiernos, tanto del colombiano como del alemán, para que cumplamos la promesa postergada de recuperar el bosque Mutis, sometido a una inclemente tala y saqueo.

El espacio es corto y me impide referirme en detalle a todo lo planteado por el embajador, pero tras escucharlo me quedé con la grata percepción de que la experiencia y el apoyo de Alemania pueden ser extraordinariamente valiosos para el país y el Tolima. Aprovecharlos depende de nosotros, por supuesto. Las cosas están dadas.

Herr Botschafter, wir sehen uns in Berlin.

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