¿Por qué fracasan las ciudades?

Guillermo Pérez Flórez

Hace unos años, Robinson y Acemoglu escribieron un libro muy interesante: “Por qué fracasan los países”. Plantearon la tesis de que la riqueza/pobreza de las naciones no es un asunto esencialmente económico sino político, y que depende de la existencia de instituciones “inclusivas” que fomenten la participación de la mayoría de las personas, las cuales garantizan que cada individuo pueda ser lo que desea.

El punto de partida del estudio fue Nogales, una ciudad binacional dividida por una alambrada. El costado sur pertenece a Sonora (México), el norte a Arizona (Estados Unidos). En el Nogales gringo la renta media de los hogares es de 30.000 dólares anuales, casi todos los adolescentes estudian, la población vive sana, y tiene acceso a programas de asistencia sanitaria. Hay ley y orden, los habitantes pueden realizar sus actividades sin temer por su vida ni su patrimonio. En Nogales (Sonora), en cambio, los adultos carecen de educación secundaria, la sanidad pública es deficiente, la ley y la seguridad no funcionan, abrir un negocio es una actividad peligrosa, y hay corrupción pública. Con este y otros casos, destrozan las hipótesis que explican la riqueza y la pobreza de los países a partir de factores culturales, religiosos, geográficos, etc. La cuestión, dicen, son instituciones democráticas, y punto.

La proximidad de elecciones para alcaldes me ha llevado a preguntarme, ¿Por qué fracasan las ciudades? Este es un asunto importante, al fin de cuentas la urbanización es una de las mega-tendencias mundiales. En Colombia, ya casi el 85% de la población vive en ciudades, de manera que la suerte de estas influye significativamente en nuestra propia existencia.

Una ciudad triunfa si está en capacidad de ofrecer seguridad y orden, calidad de vida y oportunidades para desarrollar un proyecto de vida; fracasa si la gente vive con miedo, si las condiciones para estudiar, trabajar y vivir de manera digna son precarias. Hay muchos indicadores. Por ejemplo, la proliferación de rejas en antejardines y alambradas, denota miedo y percepción de inseguridad. Puede apelarse también al nivel de estrés social, a la cantidad de emprendimientos empresariales, a la movilidad, el crecimiento de la informalidad económica, a la invasión del espacio público o al auge de redes criminales. Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia, durante un foro en Bogotá, afirmó que las ciudades sostenibles buscan mejorar la calidad de vida de sus habitantes, son inclusivas, no marginan a los pobres y cuidan el medio ambiente.

El éxito o fracaso de una ciudad, depende del compromiso y del sentido de pertenencia que tenga la propia ciudadanía, y en particular sus élites, sí, porque no toda la gente tiene el mismo grado de responsabilidad. El problema no está solo en elegir buenas personas, que por supuesto es algo fundamental, sino en tener una idea de ciudad a construir, en ejercer de forma cotidiana la ciudadanía e interesarse por los asuntos públicos. Las ciudades fracasan porque carecen de dolientes, cuando sus élites les dan la espalda y permiten que sus líderes piensen más en las próximas elecciones que en las próximas generaciones. Fracasan porque fracasa la política.

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