El voto en blanco, ¿es una opción?

Guillermo Pérez Flórez

Cada día es mayor el número de personas a quienes escucho decir que piensan votar en blanco para la Alcaldía de Ibagué y la Gobernación del Tolima. ¿Motivo? No encuentran propuestas de desarrollo, y la mayoría de candidatos son… más de lo mismo. Nunca, me dicen, habíamos presenciado un panorama tan desolador. “Tocamos fondo”, afirman. Personalmente, no he sido amigo del voto en blanco, creo que constituye una descalificación general, una destitución en masa, y no sé si esto sea bueno. Sin embargo, reconozco que votar en blanco es mejor que quedarse en casa.

¿Qué pasaría si ganase el voto en blanco? Según la ley 1475 y la Corte Constitucional habría que repetir las elecciones, y en ellas no podría participar ninguno de los “destituidos”. Un voto en blanco masivo, como en la novela de José Saramago, sería un auténtico ejercicio de lucidez política. ¿Será posible esto en el Tolima? Con mucho respeto, no lo creo. Nuestra región ha sido históricamente complaciente con las maquinarias electorales, pocas veces se atreve a preguntarse cosas elementales, por ejemplo, ¿de dónde salen todos esos miles de millones de pesos que “invierten” en las campañas? A muchos candidatos no se les conoce profesión ni oficio diferente al de saber hacer elecciones. ¿De qué viven? ¿Cuáles son sus méritos? Hay personas probas y cultas que con resignación tratan de escoger “al menos malo”. Y me pregunto: ¿Por qué debemos hacer esto? ¿No es una forma de complicidad pasiva con un estado de cosas aberrante, que deslegitima el sistema?

La inconformidad que se palpa en el ambiente es inmensa. Circulan rumores de compraventa de votos al detal y al por mayor, me dicen que en algunos barrios ofrecen dinero o el arreglo de viviendas. Esto y más cosas se afirman en “privado”, nadie se atreve a expresarlo en voz alta por temor a enemistarse con el emperadorcito de turno o quizás porque piensan que todo está perdido y que, de cualquier manera, va a ganar un inepto. Una derrota moral que conduce a la derrota política. Ibagué y Tolima merecen mejor suerte. La inmensa mayoría de personas son honestas y buenas, solo quieren trabajar en paz y sacar adelante a sus familias. Desafortunadamente, no encuentran las mejores condiciones para hacerlo, porque la politiquería y la corrupción se lo impiden. Sin embargo, es conveniente recordar que la politiquería hace y deshace gracias a la indiferencia de los ciudadanos buenos. Razón tenía el poeta irlandés, William B. Yeats, al afirmar: “Los mejores carecen de toda convicción, en tanto que los peores están llenos de apasionada intensidad”.

Para estas elecciones no fue posible frenar la “merlanización” de la política tolimense. Solo nos salva una reacción ciudadana en las urnas, el voto en blanco podría ser el camino más expedito para expresar la indignación. Los resultados de la consulta anticorrupción de agosto del año pasado, por la cual muy pocos hicieron campaña, es un antecedente. Sería una manera de dejar a los politiqueros con los crespos hechos y de derrotar tanta marrullería electoral.

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