Arauca, la historia circular

Guillermo Pérez Flórez

Úrsula Iguarán, la lúcida matrona de Cien años de Soledad, dice, refiriéndose a Macondo o a la casa de los Buendía, que esa “casa de locos” tenía una historia circular como “como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio”. Macondo, en realidad es Colombia, y  la definición no puede ser más exacta, y también más patética, se nos va la vida dando vueltas en redondo.

En agosto de 2003, la violencia e ingobernabilidad en Arauca eran dramáticas. El Eln, las Farc y los grupos paramilitares campeaban a sus anchas, imponían la ley a sangre y fuego, ante la mirada impotente del gobierno colombiano. Entonces, el presidente Álvaro Uribe trasladó el despacho presidencial junto con su ministra de Defensa y 80 funcionarios más a la Brigada XVIII del Ejército para aplicar su política de “seguridad democrática” y hacer de Arauca un laboratorio. Dio aplicación a la ley 684 de 2001, sobre seguridad nacional y defensa, basada en el concepto del “poder nacional”, concepto inexistente en la constitución.

 El objetivo era recuperar el control territorial por parte del Estado, un fin legítimo y necesario. Se establecieron teatros de operaciones militares, hubo arrestos masivos en Arauca, Fortul y Saravena. La militarización y la judicialización fueron totales. Y el fracaso también. Después de unos días, Uribe regresó a la gélida Bogotá (como Napoleón después de la invasión a Rusia) y la situación en Arauca siguió igual. Bueno, igual tampoco, peor. El gobierno y las fuerzas militares se comportaron como un “ejército de ocupación”, y el resentimiento de la población civil contra el Estado aumentó. Huelga decir, que de los cientos de arrestados casi todos quedaron en libertad meses después, no se les pudo probar nada. 

  La semana pasada vino el señor Vivanco, de Human Rights Watch (HRW), y denunció que en Arauca y Apure (Venezuela), los guerrilleros del Eln eran la policía y que la protección del Estado era nula. La guerrilla, dijo, hace justicia por mano propia.

 “Ellos imponen toques de queda, reclutan menores y los activistas que luchan contra el reclutamiento forzado son amenazados y asesinados”. 

Se armó una polvareda terrible, que por supuesto duró dos días. Hace un año, el presidente Duque, el ministro de Defensa y la cúpula militar se desplazaron a Arauca antes de viajar a Davos (como ahora), para lanzar una enérgica advertencia contra “Pablito”, el tristemente célebre “comandante” del Eln. Desde entonces, la situación no mejora, como tampoco mejoró en el gobierno de Santos, con el famoso “contrato Plan”. La razón es sencilla: en Bogotá no conocen a Arauca, solo van de visita. No entienden sus realidades geográficas, históricas y sociales, creen que la solución es militar y desconocen el principio constitucional llamado “autonomía territorial”. Fracasarán una y otra vez.  Seguiremos dando vueltas en redondo, volviendo al principio.

 Pilar Ternera, la mujer de José Arcadio, creía que “la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje”. Es lo que nos espera.

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