Razones para el “sí” a la paz

César Picón

“Salí con mis siete hijos y cargaba otro en la barriga… A mi esposo lo mataron delante de nosotros. Salí sin mi esposo, sin tierra, sin ropa, sin dinero… ¡sin nada!… Llegué a Montería a buscar cómo mantener estos niños, no podía dejarlos morir de hambre. No había tiempo para la tristeza, no había tiempo para nada…” (Testimonio real de una mujer víctima del conflicto armado).

De manera infame, esta guerra sin sentido nos ha arrebatado la vida de más de 218 mil colombianos, ha privado de la libertad a más de 27 mil, ha causado cerca de dos mil masacres y 95 atentados terroristas y, como si fuera poco, ha originado el desplazamiento de millones de ciudadanos.

Esta incomprensible guerra, además de todo lo anterior, obliga al Estado colombiano a destinar para la defensa y el conflicto armado la exagerada cifra de 30 billones de pesos al año, presupuesto inmensamente superior al asignado al empleo público, el deporte o la cultura. Eso sin mencionar los más de 4 billones de pesos que se han tenido que dirigir al resarcimiento económico de las víctimas del conflicto armado ni los cientos de miles de millones que cuesta la reinserción a la vida civil de los desmovilizados y la protección de los más de dos millones de menores de edad desplazados.

Ante tan dantesca realidad, lógicamente la paz será nuestro mejor negocio. La terminación del conflicto armado aumentará la confianza inversionista, lo que a su vez tendrá repercusiones positivas en términos de desempeño económico. De acuerdo con estudios realizados por Planeación Nacional, el PIB del país tendría un crecimiento adicional de entre 1.1 y 1.9 puntos porcentuales y la tasa de ahorro de la economía aumentaría considerablemente.

También lograríamos una mejora en la inversión extranjera directa, un mejor desempeño en comercio internacional y un fortalecimiento de la agricultura y la industria.

Así mismo se esperaría que la tasa de desempleo disminuyera en más de un punto –un alivio para ciudades con altos niveles de desempleo como Ibagué- y que la inflación respondiera a la baja -otro bálsamo para la economía de los hogares de bajos ingresos-.

El sector rural, con el que tenemos una deuda histórica, obtendría una buena parte de los beneficios: la Política de Desarrollo Agrario Integral pretende erradicar la pobreza extrema rural y la disminución del 50% de la pobreza, distribuir tierra gratuita entre campesinos que la carecen y realizar inversiones a gran escala para proveer vías terciarias, riego, electrificación, conectividad a internet, y atención digna en salud y educación.

Para los que aún no están convencidos, la terminación definitiva de las hostilidades nos ahorrará invaluables pérdidas. Tan solo con un año de desescalamiento del conflicto, ya se redujo en un 91 por ciento los combates, logrando que las muertes de combatientes y civiles cayeran en un 94 y 98 por ciento respectivamente. En este tiempo también se evitó el ataque a la infraestructura petrolera, las emboscadas, los retenes ilegales y la toma de poblaciones.

El Plebiscito por la Paz le dará el poder al pueblo para que elija su propio destino. Con el “sí” tal vez no solucionemos todos los problemas, pero claramente avanzaremos en la construcción de un mejor país.

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