No hay plan B

Las encuestas todavía no se ponen de acuerdo frente a como votarán los colombianos el Plebiscito por la paz. Aunque la última (realizada por Ipsos) dio como resultado que el 50 por ciento de los ciudadanos votarían No y apenas un 39 por ciento lo harían por el Sí, otras recientes le dan una victoria al Plebiscito. De cualquier forma, lo que ratifican las encuestas es la inestable opinión que aún t

En el Plebiscito puede pasar cualquier cosa. De ganar el Sí, el país entrará en un terreno inexplorado, incierto, lleno de desafíos, pero con la confianza que con la implementación de los acuerdos pactados el país pueda encontrar un nuevo rumbo. Pero si gana el No, la cosa es a otro precio.

La eventual negativa de los colombianos al Plebiscito por la paz puede llevar al país a un escenario de inestabilidad política poco deseable. El gobierno Santos quedaría deslegitimado y la oposición podría aprovechar esa vulnerabilidad para tratar de ganar espacios de poder a cualquier precio. En mayor o menor medida, la ingobernabilidad podría amenazar la estabilidad de las instituciones.

Entraríamos en una crisis moral: rechazar la posibilidad de alcanzar el fin del conflicto, sea cual sea el argumento, no sería una decisión fácil de interpretar por parte de nuestra sociedad. Eso minaría las opciones de consolidar una visión unificada sobre cómo enfrentar el futuro. Difícilmente se lograría la unidad política, y la polarización y el sectarismo de quienes triunfaron podría hacer mucho más difíciles las relaciones de poder.

A nivel externo los efectos no serían menores. Nadie puede negar que el Proceso de Paz de Colombia ha logrado un amplio apoyo internacional que ha ido mucho mas allá de los discursos. La Unión Europea y Estados Unidos ya aprobaron importantes recursos para el posconflicto, al tiempo que los líderes de las naciones más poderosas del mundo, que ciertamente son importantes socios comerciales de Colombia, se han mostrado a favor de la firma del acuerdo con las Farc. La confianza inversionista extranjera y doméstica se vería retraída, al menos mientras se sabe cuál es el camino que tomaría el país. Los efectos sobre la economía podrían ser lamentables.

Y es que nadie tiene un plan B. El Gobierno quedaría con las manos cruzadas para proponer cualquier otra alternativa, además ya no tendría el tiempo suficiente para tramitarla.

Más preocupante aun es que el Uribismo como principal opositor del Proceso, nunca ha hablado de cómo piensa conducir el país hacia la paz y la reconciliación -algo con lo supuestamente todos estamos de acuerdo-, en caso que logre su propósito de vencer el Plebiscito. Si bien es cierto que darle el Sí a la paz trae consigo incertidumbre, que gane la opción del No, sin tener nada previsto para encarar los retos de un país dividido, sería como dar un salto al vacío y exponernos a quedar en el peor de los mundos.

Tal vez la desinformación, la excesiva asociación entre la paz y el gobierno Santos, y la incipiente campaña a favor del Plebiscito, aun no logran que la mayoría de colombianos se decidan por el Sí. No obstante, llegará el momento de la reflexión más profunda y ahí, justo en ese instante, seguramente nadie querrá arriesgar la más clara opción de paz que hayamos tenido en toda la historia.

Credito
César Picón - @cesarpicon

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