Yuliana: víctima de una sociedad enferma

César Picón

El país está indignado por el aberrante caso de violación, tortura y asesinato de Yuliana Samboní. No es para menos. Una vida que apenas empezaba fue apagada por la maldad, en un hecho que, lamentablemente, es apenas la punta del iceberg de lo que ocurre a diario en la sociedad enferma en la que vivimos. Ningún otro adjetivo puede utilizarse en un país que a diario permite que su infancia y sus mujeres sean ultrajadas.

En Colombia hay muchos que tal vez sin advertirlo tengan algo de Rafael Uribe, el monstruo que acabo con la vida de Yuliana, su familia y quien sabe cuántas más. Maltratadores de infantes que se aprovechan de la inocencia de sus hijos, hijastros o niños cercanos, y de la cobardía de quienes saben de sus agresiones y no los denuncian. Cada día, por lo menos 4 niños son agredidos en Colombia, por motivos que van desde el maltrato infantil o el abandono, hasta la violencia sexual o la utilización para fines delincuenciales y de microtráfico.

Al cierre del año 2015 habían más de 20 mil procesos por maltrato infantil, es decir, 20 mil potenciales monstruos que habían atentado de una u otra forma contra la nobleza de un niño o una niña, la mayoría de las veces sus propios hijos. Eso son solo los casos reportados, aquellos que no son denunciados siguen siendo la mayoría.

Además, de ser una infanta, Yuliana también era una mujer y ese es otro motivo de indignación. En nuestra sociedad -enferma- se sigue despreciando a la mujer, su rol sigue considerándose secundario, todavía se escucha decir que las agresiones de las que son víctimas se dan porque “ellas se lo buscan”.

Cada 13 minutos una mujer colombiana es víctima de cualquier tipo de agresión, el lugar más peligroso es su propia casa porque allí vive su principal verdugo: su pareja. El año pasado fueron asesinadas más de mil mujeres y se registraron 16 mil denuncias por violencia sexual.

A eso pueden sumarse los frecuentes casos de violencia económica (cuando es sometida o chantajeada por su pareja para mantener alguna ayuda económica), la discriminación y exclusión para ocupar altas posiciones a nivel laboral y los menores salarios que devengan en comparación con lo que ganan los hombres, entre otras cuantas barbaridades.

Estamos furiosos. Si. Debemos exigir que todo el peso de la justicia caiga sobre el abominable Rafael. Pero tenemos que entender que son muchos los motivos de preocupación. El maltrato infantil y la violencia contra la mujer denigran de lo que somos como sociedad porque se han alimentado históricamente de la impunidad y la indiferencia de todos.

Estos flagelos deben ser erradicados por completo, lo que implica un compromiso de todo el aparato estatal (legisladores, jueces, etc.), pero sobre todo de las familias y los educadores, en ese campo, sobre todo, se ha perdido la capacidad de formar seres humanos íntegros que puedan vivir en armonía con sus semejantes.

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