Superando la desesperanza

César Picón

Los graves casos de corrupción y la falta de soluciones a los problemas más sensibles habían sumido a los ibaguereños en un claro sentimiento de desesperanza. La gente estaba hastiada y venía reclamando un gobierno diferente, que se apartara de las mañas politiqueras, que tuviera el carácter para tomar decisiones incómodas, pero necesarias, que actuara bajo una visión apropiada para una ciudad que ya dejó de ser el pueblito de las cuitas, y que fuera capaz de gobernar sin robar.

Pero las cosas han cambiado: el Gobierno de Ibagué en tan solo un año logró vencer el escepticismo y cambiar el dantesco panorama de percepción -decepción- ciudadana; los resultados de la encuesta Ibagué Cómo Vamos así lo demuestran. Hoy son más los ibaguereños que creen que las cosas van por buen camino, que se sienten orgullosos y satisfechos de la ciudad donde viven; de los fríos números de la encuesta se puede deducir que Ibagué volvió a percibirse como un “buen vividero”. En los siete años que lleva la encuesta nunca se había sentido tan alta la satisfacción con la educación que reciben los niños y jóvenes, y ahora hay menos gente que se siente insegura en la ciudad. La aprobación del servicio de agua (históricamente mal calificado) mejoró drásticamente y la complacencia con el espacio público y los parques de la ciudad es la más alta registrada. Para destacar, después del vergonzoso caso de corrupción relacionado con los Juegos Nacionales, la encuesta evidenció que hay muchos más ibaguereños que consideran que la corrupción ha disminuido.

Lo anterior se puede entender como un afortunado encuentro entre los anhelos ciudadanos y la acción de su gobierno. La administración que preside Guillermo Alfonso Jaramillo le está dando en el punto de lo que la gente quiere. Tal vez sea el embellecimiento de los parques y zonas verdes, la recuperación de la malla vial, las ejecutorias que se vislumbran en materia de movilidad, servicios públicos o infraestructura educativa, las miles de soluciones de vivienda de interés social y prioritario, la inclusión de poblaciones antes marginadas, o la decidida apuesta por la sostenibilidad y la defensa del agua; quizá sea todo sumado, incluso el estilo de gobernar para la gente y no para selectos grupos políticos o económicos.

Tan excepcional salto en la percepción ciudadana definitivamente invita a seguir firme en el propósito de transformar la ciudad, inclusive en contra de toda la resistencia que pueda generar el cambio de dirección. Queda desvirtuada la crítica sin fundamento, así como los señalamientos de cerreros opositores que insistían en pregonar que todo andaba mal: si no lo entendieron en la soledad de sus plantones, quizá este sea un buen momento para reflexionar.

Como es apenas lógico, todavía quedan aspectos por mejorar, sin embargo no cabe duda de que con los proyectos que se materializarán en la presente vigencia se seguirá consolidando una percepción positiva acerca de las condiciones de vida que ofrece nuestra ciudad. El camino está trazado, el reto está en seguir trabajando juntos por convertir a Ibagué en la ciudad más educada, culta, segura, incluyente y pacífica.

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