Ibagué también es vulnerable

César Picón

En algún momento la naturaleza reclama lo que le corresponde. Todos los analistas coinciden en que la deforestación y los asentamientos humanos ubicados en zonas con alto riesgo de inundación fueron las causas fundamentales de la dolorosa tragedia de Mocoa.

La lista de catástrofes “prevenibles” se alarga ante una sociedad que permanece inmóvil y desprevenida, ni los gobiernos ni las personas han entendido que el cambio climático llegó para quedarse y que sus efectos son cada vez más dramáticos, solo se recuerda que el riesgo hay que gestionarlo cuando estamos de cara ante un hecho lamentable, como el del fin de semana pasado.

Ibagué no está exenta, por el contrario, es muy vulnerable. Una de las mayores preocupaciones está sobre la cuenca del río Combeima, que no solo ha sido degradada por la alta tasa de deforestación y el uso del suelo para la ganadería y actividades agrícolas, sino que también cuenta con una importante localización de viviendas en su ribera.

La vulnerabilidad no solo está dada en la zona rural; aunque Juntas, Villarrestrepo y otras tantas veredas ya han sufrido el rigor de eventos climáticos extremos, barrios como el Baltazar, Matallana, Yuldaima, Uribe Uribe, el Bosque y otros más, se encuentran dentro de las zonas de posible inundación de acuerdo con los estudios más recientes de la Administración municipal. A pesar que desde el año 2009 existe un plan relativamente estructurado para reducir la vulnerabilidad en el Cañón, conocido como el “Conpes del Combeima”, hasta ahora se están viendo acciones serias para su implementación: compra masiva de predios de conservación en la cuenca alta, reforestación, reconversión de sistemas productivos, obras civiles para la mitigación del riesgo y un riguroso control sobre la construcción de edificaciones en la zona. No obstante, todavía hay mucho trecho por recorrer.

El río Chipalo y sus afluentes también generan desasosiego. Barrios como el Edén, San Antonio, Cordobita e incluso algunos sectores de la Gaviota, las Delicias y el Topacio, son vulnerables al riesgo por inundación; otros como el Clarita Botero, la Aurora, la Trinidad y los asentamientos ubicados en las proximidades de la micro cuenca Hato de la Virgen, están realmente expuestos a afectaciones en caso de crecientes repentinas de las quebradas próximas. Todos comparten la misma característica: viviendas precarias y población en situación de pobreza o indigencia.

En cuanto a posibles afectaciones en la infraestructura y la provisión de servicios públicos, hay que resaltar que de acuerdo con los estudios disponibles para la ciudad la huella de inundación no corta ninguna vía principal, ni genera afectaciones a las líneas eléctricas. No pasa lo mismo con el suministro de agua, dado que la mayor parte del líquido que actualmente llega a la planta de tratamiento del Ibal proviene de la bocatoma del Combeima y la ciudad no cuenta con ningún tipo de reservorio que garantice el suministro de agua potable durante un periodo aceptable de tiempo.

No obstante, ya avanzan las obras del acueducto complementario (sobre la quebrada Cocora) y la ampliación de la bocatoma sobre la quebrada Cay; entre más diversas las fuentes de suministro de agua menor la vulnerabilidad.

El cambio climático nos amenaza tanto como el hombre ha transformado su entorno. Nos queda trabajar ahora por ser cada vez menos vulnerables, la especie que sobrevive es la que mejor se adapta.

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