Llegarán días felices

Polidoro Villa Hernández

Esta global aflicción -que el morbo mediático atiza como catastrófico final-, tiene una sugestiva faceta. La gente hace compras de pánico: exceso de desinfectantes, rollos de papel, y tapabocas revendidos y olvida aprovisionarse para el largo encierro, de protectores más sensuales y menos contaminantes que, además, evitarían crear más desempleados.
PUBLICIDAD

En nueve meses, tiernos bebés reemplazarán a los viejitos idos. Luego, como gente es lo que va a seguir sobrando, y mucha, tras las fatuas generaciones “Z” y “Millennials”, seguro la que se llamará generación del “Contagio” llegará, ojalá, a sanar la tierra que debería ser un edén de no existir tanta codicia.

Apuntó W. Shakespeare: “Hay una divinidad que forja nuestros fines, por mucho que queramos alterarlos”. Entonces, deberíamos recibir con humildad esta etapa de aprendizaje para ser mejores seres humanos y habitantes del mundo. Ya hay indicios de reflexión: aunque parezca carta de despedida, dos veteranos cuentan que hijos ausentes y fríos, llamaron a decirles algo como “Gracias papá por todo lo hiciste en la vida por mí…”

Alguien que atenuó sus carcajadas, pero conserva su buen humor, decía: “Es que pareciera que esta plaga fue diseñada como un traje a la medida para nosotros, los viejos. ¡Me siento en vías de extinción!”. Otro, recuerda que una china de 103 años se salvó de la peste. “¡Pura paja política!”, replicó incrédulo el primero.

Quizá, cuando esto termine, como balance de la dura experiencia, se diga que, al menos por un tiempo, la señora siempre supo dónde estaba su marido; que ya no hay hospitales vacíos acabados por lo corruptos, que nos sobró tiempo, como siempre quisimos; que tomamos conciencia de cómo vivir bien sin consumismo destructivo; que palabras como virus y cuarentena, son hechos reales y no tema de cine de terror; que se arruinaron perversas empresitas político-religiosas, que aprovechando la coyuntura exigieron diezmos y primicias anticipados a sus crédulos y pobres fieles, temerosas de que estos pasaran a mejor vida. Veremos que la vejez comienza más temprano y aceptáremos, sin sorpresa, el repetido titular: “Una moto atropella a anciano de 51 años.”

Descubriremos que la vida es breve, y que el dinero ni da la felicidad, ni se come. Aceptaremos que los humanos son un virus maligno para la Madre Tierra y, que es más digno de veneración el crecimiento espiritual, que el incremento del Producto Interno Bruto.

Recordaremos sonrientes a aquellos abuelitos llenos de picardía, que se quitaban los anteojos para la presbicia y se ponían los de la miopía, para volverse a mirar la ‘espalda’ de una jovencita cincuentona de ceñido traje.

Y, suspirando, nos sentaremos a ver el alud de “culebrones”, películas, series, y novelas sobre el tema, donde los ‘héroes’ serán siempre rubios ojiazules. Luego, alguien volverá a asustarnos con el asteroide que se acerca a la tierra. Pero: ‘Tras las peores tormentas, siempre sale el arcoíris’.

POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

Comentarios