El aroma del pan

Polidoro Villa Hernández

Sí, mañana es el “Día del Panadero”, venerable jornada que debería celebrarse con gran pompa y alborozo, más que los días del tamal y la lechona, fechas cuando con premeditación y alevosía se sacrifican tantos ‘pollos criollos’ ¡jipatos! y muchos ‘cochinos copartidarios’.
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En cambio, el pan -con justicia alabado por ilustres cantores y poetas-, es puro y bueno, vital para niños y mayores. ¿Cómo no exaltar y loar el trabajo de los madrugadores panaderos que nos ofrecen cada mañana el milenario sustento? Y no es tema prosaico: no en vano en algunas culturas al pan lo llamaban: “Gracia de Dios” y se bendecía y besaba antes de consumirlo.

 Los posadolescentes septuagenarios -hoy cautivos dizque para evitar el colapso del inefable sistema de salud colombiano-, recordarán que Ibagué tenía panes emblemáticos: El pan ‘pecoso’ de las Santos; el suave pan y bizcochos de Bimbo en la Plaza de Bolívar; las deliciosas masas de la Panadería el Sol, en la 18 con 5ª. El pan sedoso que daban a los niños en la fiesta del Niño Dios; el pan de producción limitada, corteza crujiente y miga celestial, de doña Clarita, en La Pola. Muchos, cocidos en horno de leña y elaborados con sana mantequilla fresca.

Y todos con el toque mágico artesanal que les daba el inconfundible aroma y sabor a espiga dorada, que aún pervive en la memoria de quienes los disfrutaron, gratas sensaciones que regresan cuando evocan su niñez.     

A la histórica y verde Mariquita, hoy tristemente mencionada por vendettas y corruptelas, se le admiraba por sus frutas y por el pan de la “Panadería Chiquita”. Ningún turista dejaba de comprarlo. Tanta fama tenía el Pan Mariquiteño, que en muchas ciudades siguen tratando de imitarlo sin lograr igualar la calidad del original. Nuestro pan, de trigo, maíz, o yuca, es básico, sencillo, artesano, sin pretensiones.  El elemental pan indígena de casabe, es más nutritivo y no compite con los bollos malagueños con polvo de oro comestible en su miga, hechos para ricos “enfermos de pesar, muertos de tedio…”.

Si tanto divulgan y celebran los inanes Día de la Pereza, el Festival del burro, el Reinado del Feo, el Día del Panadero y su arte debería ser apoteósico. La palabra pan, con tantísimos significados, sagrados y profanos, es en sí misma símbolo de la supervivencia del ser humano. La falta de pan en una sociedad es sinónimo de hambre y devela la incapacidad de sus dirigentes para proveerlo. Es que estos casi nunca “son buenos, como el pan…”. Pablo Neruda, escribió inspirado una Oda al Pan, todo un manifiesto revolucionario en cada verso.

Tardaremos bastante en incorporarnos al club de naciones creadoras de biotecnología, inteligencia artificial, redes neuronales antagónicas y computación cuántica, pero en esta pandémica época, cuando percibimos que lo valioso en la vida es lo más sencillo: la libertad, el sol, el agua, el aire, entonces, hacer buen pan y saborearlo, forma parte de la felicidad, porque: “Las penas con pan, son menos...”.

POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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