Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 11, 11-26

Jhon Jaime Ramírez Feria

Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: -«Nunca jamás coma nadie de ti.» 

Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: -« ¿No está escrito: “Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos” Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.» 

Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. 

A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: -«Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.» Jesús contestó: -«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y tirate al mar”, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas. »

Meditación: Dar frutos, orar y conservar la comunión 

Con dos acciones simbólicas de carácter mesiánico, la higuera estéril  y la purificación del Templo, Jesús conduce a sus discípulos a comprender que es necesario renovar el culto que se da a Dios. La higuera que no da frutos será talada y el Señor “reconstruirá el Templo” al tercer día para adorar al Padre en Espíritu y verdad. 

La vida cristiana, nos recuerda el evangelista San Juan, tiene su experiencia fundante en la elección personal del Señor a sus discípulos: “no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca” (Jn 15,16). La presencia de los discípulos del Señor en las realidades temporales se evidencia en los frutos que van produciendo; es una presencia que como la levadura fermenta la masa; dichoso quien administra rectamente sus asuntos.

Para responder al llamado de atender las realidades temporales  (familia, trabajo, estudio, vida social, política, económica, etc.), con convicción, con todas las fuerzas, desde la inspiración del Evangelio, es necesario que la fe en Dios toque el corazón para que la oración sea expresión de la familiaridad y confianza en Aquel que ama, llama y perdona. Orar con todas las fuerzas implica saber actuar en la fe, la esperanza y la caridad. La verdadera oración lleva a la acción; por esta razón se puede orar en toda circunstancia. El Apóstol Santiago enseña que “la oración ferviente del justo tiene mucho poder” (5,16).

En el itinerario de formación como creyentes, el Señor ratifica que la vida de la fe no es algo reducido a una experiencia intimista en la que se busca el propio querer; la vida interior de la persona que se sabe amada, perdonada y fortalecida se manifiesta en las relaciones con el prójimo, en el amor fraterno, en la experiencia liberadora del perdón. “Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros”. Orar con el corazón libre de resentimientos, rabias, enemistades, odios y sentimientos de venganza. 

Así frente al mundo, unas veces distante, otras hostil, no se tiene más fuerza que la fe en Dios que no abandona a los suyos, la fe que se traduce en obras de vida y comunión con el prójimo.

 

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