Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 1-9

Jhon Jaime Ramírez Feria

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: -«Salió el sembrador a sembrar.

Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenla tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

Iniciamos la meditación del tercer discurso que presenta san Mateo, llamado el sermón de las parábolas, que desvela el misterio del Reino presente en la vida. Las comparaciones y parábolas hablan de la vida cotidiana de la gente; desde un lenguaje común Jesús explica la dinámica del Reino de Dios.

Hoy viene presentada la parábola del sembrador. Los oyentes de Jesús entienden de semillas, de terrenos, de cosechas, etc. Ven como el agricultor confía en la fuerza de la semilla y en la generosidad de la naturaleza. La dinámica conduce al oyente a entrar en una actitud de búsqueda que provoca sentirse identificado con la enseñanza para asimilarla: “La parábola se mezcla con la gente y lleva a escuchar la naturaleza y a pensar en la vida, -comenta un autor-. Una vez alguien preguntó en una comunidad: ¿Para qué sirve la sal? Discutieron y, al final, encontraron más de diez diversas finalidades para la sal. Y fueron a aplicar todo esto a la vida de la comunidad y descubrieron que ser sal es difícil y exigente. ¡La parábola funcionó!”.

El Papa Benedicto XVI explicando la parábola dice: “El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en “tierra buena”, es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos”.

También hoy Jesús se detiene en la orilla de nuestra vida, sube a nuestra barca como el Dios amigo que generosamente siembra su Palabra, confiando en que es posible producir frutos abundantes que dejen ver cómo en los ámbitos personal y comunitario florecen los valores del Reino.

Recordemos que estamos llamados a entrar en la dinámica de la escucha de la Palabra del Señor que es el Sembrador; así responder si somos tierra dispuesta o si le ponemos resistencias al Señor.

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