Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 22, 1-14

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.”

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

El evangelio de hoy narra la parábola del rey que celebra el banquete de bodas de su hijo; todo esta a punto, la mejor preparación para el encuentro; sin embargo, los invitados poniendo excusas hacen un desplante que toca el ánimo del rey. La fiesta debe celebrarse y por esto de nuevo se abre la invitación para todos que deben tener el traje de fiesta.

Jesús es el Hijo del Rey, es el Novio del banquete de bodas (Mc 2,19; Ap 21,2; 19,9). En la historia de salvación vemos cómo Dios fue preparando una nueva y definitiva alianza, “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Es Dios quien toma la iniciativa de salvarnos, de salir a nuestro encuentro e invitarnos a sentarnos a su mesa, no como espectadores de un acontecimiento pasado sino como partícipes de una realidad siempre nueva.

Con la alegría del banquete de bodas se evoca el gozo de la salvación, el deseo de estar con Dios para siempre; pero, el ejercicio de la libertad, de la voluntad y la decisión de la persona es fundamental. Podremos ponerle excusas, “peros” o sentirnos muy ocupados en los cometidos de la vida cotidiana, excluirnos y decir “no podemos ir”. ¿Qué hay más importante que la salvación y la Vida Eterna?

La invitación permanece en pie, solo se nos exige el traje de fiesta. La conversión de corazón que nace de la fe en el amor gratuito de Dios es el traje. En algunos escenarios cuando escuchamos la invitación: “conviértete”, pensamos en algo negativo, en una experiencia en donde se pierde. Y no es así. La parábola nos conduce a algo nuevo, pleno y gozoso: un banquete a punto para ser compartido. La conversión es la respuesta generosa que nos lleva a abrazar el amor pleno de Dios que buscando salvarnos se nos da todo y nos lo da todo.

Dice el Papa Francisco que “Jesús nos habla de la respuesta que se da a la invitación de Dios - representado por un rey - a participar en un banquete de bodas. La invitación tiene tres características: la gratuidad, la extensión, la universalidad. Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece gratuitamente su alegría, la salvación, pero muchas veces no recibimos sus dones, ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses, y también cuando el Señor nos llama, a nuestro corazón, tantas veces parece que nos molestara. Sólo hay una condición: ponerse el traje de fiesta. Es decir testimoniar la caridad concreta a Dios y al prójimo”.

Preguntémonos: ¿Cómo estamos respondiendo a la invitación del Señor? ¿Qué excusas podemos ponerle al Señor en nuestra vida cotidiana? ¿Nos revestimos de un traje de gracia, conversión y fe para no vernos excluidos de la salvación?

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios