Lectura del Santo Evangelio según Lucas 12, 39-48

Jhon Jaime Ramírez Feria

Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre». Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente?

Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: `Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le castigará severamente y le señalará su suerte entre los infieles. «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Meditación

Con dos parábolas el evangelio de hoy nos exhorta a la vigilancia, a la administración prudente de los bienes que nos confían y al servicio conforme a la voluntad de Dios.

Un aspecto fundamental de la vida de toda persona es concebir su existencia como una misión; el cristiano reconoce que desde el bautismo, siendo elegido por Dios, es una nueva creatura, es ungido para cumplir una misión en el mundo. Así lo ha señalado el Papa Francisco cuando recuerda que “todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios”.

De ahí que la primera actitud que señala el texto de hoy es la vigilancia; es necesario estar siempre listos, preparados, con determinación para realizar nuestra vida en el cumplimiento de la misión que se nos encomienda. No podemos descuidarnos; es necesario entrar en la dinámica de quien está dispuesto a dar la vida. Ser vigilantes supone la conciencia clara de ser creados para algo grande y para Alguien. Lo que indica no andar desprevenidos, sin rumbo, a la deriva porque la vida que se nos ha confiado es solo una y cada día se abre como una oportunidad para vivir sirviendo, amando y trascendiendo.

En segundo lugar el pasaje de hoy nos sugiere el tema de la administración prudente de los bienes que se nos han confiado. Administrar con pasión nuestra vida y sus talentos, administrar la familia y los asuntos que se nos confían; vivir la responsabilidad de administrar con generosidad y prudencia. La generosidad indica amar y servir sin medida; la prudencia obrar con conocimiento, discernimiento y madurez. Ser administradores prudentes que viven con la certeza de un propósito.

Y por último aparece el tema del servicio conforme a la voluntad de Dios porque, “a quien se le confió mucho, se le pedirá más”. El servicio al que somos llamados nos mueve a confirmar que gratuitamente hemos recibido los dones de la vida y de la fe y con ellos la multiforme gracia de Dios.

Caminemos con el corazón puesto en los bienes del cielo y con el compromiso de vivir en vigilancia, prudencia y generosidad. Seamos buenos administradores de lo que el Señor nos confía y enriquezcamos nuestra existencia con el servicio a los demás.

Concluyamos la meditación del día acogiendo la siguiente invitación del Papa Francisco: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos”.

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