Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 14, 15-24

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado.” Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: “He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor.” Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor.” Otro dijo: “Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir.” El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: “Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos.” El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el amo le dijo: “Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa.” Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

“Entrar en la Iglesia es una gracia; entrar en la Iglesia es una invitación. Y este derecho, no se puede comprar. Entrar en la Iglesia es hacer comunidad, comunidad de la Iglesia; entrar en la Iglesia es participar de todo aquello que tenemos, de las virtudes, de las cualidades que el Señor nos ha dado en el servicio del uno para el otro. Además, entrar en la Iglesia significa estar disponible para aquello que el Señor Jesús nos pide. En definitiva entrar en la Iglesia es entrar en este Pueblo de Dios, que camina hacia la eternidad”.

Con estas palabras el Papa Francisco aplica el pasaje del Evangelio de hoy resaltando la iniciativa del Señor que nos invita a participar de la mesa en comunidad. El pasaje comienza con una bienaventuranza: “Dichosos el que come en el banquete del Reino de Dios”. Dios lo ha dispuesto todo para que ninguno se sienta excluido de la invitación de participar en la vida de comunión con Él. En la Iglesia ha dejado todo: el banquete de la Palabra y del Cuerpo y Sangre del Señor; ha indicado que el pan de caridad se convierte en vía de dicha cuando se comparte. Sí, hay una certeza todos somos invitados, pero no siempre nuestra respuesta es afirmativa.

En verdad, con humildad, tendríamos que reconocer que sabemos poner excusas: en la parábola muestra cómo se prefiere continuar con los negocios, en el afán del trabajo o en los círculos familiares, y la invitación a sentarnos a la mesa queda relegada. “Después lo haré porque ahora estoy muy ocupado”, “me gustaría ir pero tengo cosas que no puedo posponer”, “mis prioridades me señalan que esa invitación no me urge” son algunas de las respuestas que podemos dar como resistencia al llamado de Dios a vivir en comunión con Él.

Así la parábola muestra que quienes disfrutan del gran convite son aquellos que, aún en su condición de vulnerabilidad y exclusión, se levantan y reconocen el privilegio de ser invitados a la fiesta. Acuden los que saben que no merecen la gran invitación y aún así experimentan la gratuidad del amor de Dios. Es bueno recordar lo que el Señor nos ha enseñado: “Busquen el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”.

No nos perdamos el participar de la fiesta del amor gratuito de Dios, no pongamos excusas a la invitación personal que el Señor nos hace en la Iglesia. Jesús también hoy nos convida a sentarnos a la mesa con Él y con los hermanos y encontrar el verdadero camino de plenitud. La mesa está servida ¿Cuál es tu respuesta?

Arquidiócesis de Ibagué

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