Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

¿Qué significa ser discípulos del Señor? Jesús va camino a Jerusalén, donde va a morir en la cruz y viendo que mucha gente lo sigue, enseña las condiciones para que alguien que decida ser su discípulo. Estas palabras indican el camino de discipulado para todos los tiempos y circunstancias en las que se quiere asumir el proyecto de salvación.

La primera condición es “posponer a”, indicando que no se puede estar encerrados en los vínculos que debiliten la comunidad de discípulos. Para ser discípulo del Señor es necesario vivir las relaciones de familia, de amistad e incluso la noción de sí mismo en el orden debido; no se trata de inclumpir el mandamiento de honrar a padre y madre, ni de descuidar la misión que viene confiada. Es necesario que toda la vida esté abierta a la prioridad fundamental: “amarás al Señor sobre todas las cosas”.

La segunda condición es “cargar la cruz”. Jesús va camino a la cruz. En Jerusalén consumará la obra del Padre: “Todo está cumplido”. El discipulado pasa por el camino de la obediencia; abrazar la cruz significa entrar en el camino de la voluntad de Dios. Dice el apóstol San Pablo: “Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 6,14). En ocasiones viene mal entendida esta condición del discipulado considerando la cruz como realidades, situaciones o personas que hacen la vida pesada, amargada y frustrante; escuchamos expresiones como “Debo cargar la cruz de una pareja que me maltrata y me hace infeliz” o “Mi cruz es un vecino que me daña la jornada cuando me lo encuentro, entre otras”. La enseñanza viene dada de camino a Jerusalén.

“Este es el estilo cristiano porque Jesús ha recorrido antes este camino, -comenta el Papa Francisco-; nosotros no podemos pensar la vida cristiana fuera de este camino. Siempre está este camino que Él ha hecho antes: el camino de la humildad, el camino también de la humillación, de negarse a uno mismo y después resurgir de nuevo. Este es el camino. El estilo cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana. El estilo cristiano toma la cruz con Jesús y va adelante. No sin cruz, no sin Jesús”.

Así con dos parábolas viene reforzada la idea del seguimiento como decisión. La fe y el seguimiento de Jesús no viene por la imposición ni el miedo, sino por la decisión de emprender un camino que compromete toda la vida. No es adecuar el Evangelio a nuestras preferencias e intereses sino tomar el ejemplo de Jesús que abrazó la cruz en obediencia al Padre y por amor a sus hermanos.

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