Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 2, 13-17

Jhon Jaime Ramírez Feria

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba.

Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme».

Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.

Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!» Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

Nos encontramos con un nuevo encuentro que genera polémica: Jesús llama a Leví, un publicano, que inmediatamente, lo deja todo para seguir a Jesús. Comienza a ser parte del grupo de los apóstoles uno que tenía el estigma de “pecador público” incapaz de acercarse a Dios. ¿Cómo puede ser que el maestro entre en la casa de un pecador y se siente a su mesa tratándolo como a un hermano?

Dice el Papa Francisco: “Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: Sígueme. Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó. Y allá atrás quedó el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a los otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio”.

Como a Mateo, Jesús continúa mirándonos con amor, eligiéndonos e invitándonos a seguirlo; se acerca a nosotros sin señalamientos ni reproches, nos mira continuamente en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en el encuentro con los hermanos. No va de prisa, él mira con profundidad porque nos conoce y sabe el anhelo del corazón. A nadie le niega la oportunidad de una nueva vida. Nos busca porque nos ama y no quiere que ninguno se pierda. Nos mira con predilección e invita a descubrir la vida verdadera en él, al servicio de los hermanos.

Y como Mateo, también podemos ponernos en camino encontrando en el Señor la alegría y la plenitud de la existencia; ponernos en camino con la conciencia de haber sido alcanzados por su misericordia; recrearnos en el seguimiento de Aquél que ha venido a salvarnos y vernos libres de una mirada corrompida por los prejuicios y las exclusiones. ¡Qué importante es recordar de dónde nos ha llamado el Señor para no elevarnos en la soberbia de quien se hace juez de los hermanos!

La enseñanza de Jesús sigue siendo vigente para nosotros porque solo en la medida que seamos conscientes de la misericordia que él nos ha tenido podremos tener misericordia de los hermanos. Que el Señor cure nuestra mirada y nos dé sentimientos de caridad y compasión.

Arquidiócesis de Ibagué

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